jueves. 21.11.2024
ATTRAVERSIAMO

Nanas de cuarentena

De las que te acarician el alma y la piel. Y tras las que sabes que todo va a ir bien. Porque encima de este escenario donde el caos y el desconcierto son los protagonistas, a nosotros no nos queda otra que seguir. Sobreviviendo. Avanzando. Reinventándonos. Era renovarse o morir, ¿no? Y hasta el día 2 de mayo seguiremos en esta fase, la 0, donde buscamos desesperadamente aquello que alguna vez nos hizo feliz y ahora solamente es cicatriz.

Esther Alonso López

Nadamos en el mar de nuestras casas aterrizando en cualquier cosa que despierte algo en nosotros. Y es que durante esta cuarentena –ya camino de la cincuentena– entre recetas, nuevas rutinas de deporte, hobbies que nunca empezamos porque no era el momento perfecto y pinturas con acuarelas, nos acabamos aferrando a la que es, desde hace ya años, otra extensión de nuestro ser: el móvil. Y no lo digo yo, sino que lo afirman varios estudios de psicólogos que mientras nosotros nos quejábamos por Twitter de la desesperación, nos han observado como si de un capítulo de Black Mirror se tratase.

A través de este universo tecnológico que resplandece tras las pantallas, entre memes de Pedro Sánchez y Donald Trump, hemos viajado por todo el mundo sin movernos del sofá hasta que, finalmente, nuestro destino ha sido Milán. Pero no la de Italia, sino la de Ana Milán. Conocida por dar vida a Sonsoles en Yo soy Bea u Olimpia en Física o Química, entre una larga lista de mujeres con carácter, ahora da vida a la profesora de miles de españoles todas las tardes a las 18:00h mediante los directos de Instagram. Lo que empezó como algo puntual ha acabado por convertirse en un ritual que ha llegado a hacerse viral. La repercusión que está teniendo es de tal calibre que anda circulando un hilo en Twitter con las anécdotas que sólo ella puede contar. Hasta los periódicos han querido hacerse eco pues, ¿quién no llora de la risa al escucharla explicar cómo confundió a su ginecólogo con su portero?

A simple vista alguien diría que no se hace nada en especial. Pero os lo aseguro, ahí irrumpe la magia mientras Ludovico Enaudi suena desde la casa de Ana Milán. Las 8.000 personas diarias, que resultan ser 31.000 si se trata de una cita acompañados de una copa de vino, se convierten no solo en alumnos, también en periodistas y, Ana en la invitada especial. Entre tantas medias verdades, cuando llega ella como una amiga, incluso una hermana mayor, no te lo debes ni de replantear. Hablamos del amor, sobre todo del propio, jugamos a no ser presidentes, aprendemos a no poner la vida privada de las personas famosas en el punto de mira y la empatía y el respeto reinan en el lugar.

Así de especial es pasar una tarde en Milán. Tan especial que antes de devolvernos a nuestro presente particular, Ana acaba leyéndonos un texto de su segundo libro “Voy a llamar las cosas por TU nombre”. Y es ahí, mientras ella termina cada frase con una sonrisa, que sus palabras forman nanas que te arropan y te preparan las alas para volar, de nuevo, hacia este caos que ahora llamamos realidad.

Desde hace años mi palabra favorita es attraversiamo, y el otro día me enteré de que la de Ana Milán también. No la conozco en persona, pero yo ya sé que esta mujer es de fiar.

Si queréis formar parte de esta pandilla de viejos y nuevos desconocidos hay una regla de oro que bajo ningún concepto debéis olvidar: Ludovico, moño, gafas y… ¡acción!