jueves. 21.11.2024

Marta Alés

Quién me iba a decir que pasaría más de un mes encerrada en casa, asistiendo a clases online, levantándome para hacer lo mismo que el día anterior y solo pudiendo salir para hacer la compra, todo esto porque un “bicho” microscópico puede atacarme en cualquier momento poniendo en riesgo la salud de toda mi familia y amigos. Me lo cuentan y no me lo creo.

Llevo desde el inicio del estado de alarma pensando en lo rápido que nos hemos adaptado, algunos mejor que otros, a llevar una vida completamente basada en el trabajo y la comunicación a través de una pantalla. Tal ha sido la necesidad de comunicarnos con nuestros seres queridos que, aunque fuera de forma virtual, hemos sacado tiempo para hablar un rato y sentirnos más cerca de ellos.

Esta adaptación en la forma de comunicarnos la he notado especialmente en dos personas de ochenta y cinco y ochenta y siete años, Pepe y Lola, mis abuelos, quienes meses antes del estado de alarma no concebían el escuchar una nota de voz sin responder al instante a la otra persona, pues pensaban que se trataba de una llamada telefónica, negándose a comprenderlo y como dice mi abuelo: “yo no entiendo ese aparato”. Después de tantos intentos en vano, cómo iba a pensar que, debido a esta situación, iban a adaptarse a las nuevas tecnologías. Nuestra sorpresa ha sido el ver que, han pasado de negarse a manejar “los aparatos” a ser expertos en videollamadas y controlar lo básico de un Smartphone con tal de poder vernos en la distancia.

Tras haber vivido el cambio tan radical que han experimentado unas personas de tan avanzada edad, no llego a entender que amigas de otras universidades me cuenten que llevan todo el confinamiento sin dar clases en determinadas asignaturas ni saber de algunos profesores porque no manejan la enseñanza virtual. No digo con esto que todo el mundo deba tener la misma capacidad de adaptación a los cambios y nuevas tecnologías, pero sí creo que es cuestión de actitud y ganas de aprender. Yo lo he aprendido de mis abuelos, pues en este tiempo de confinamiento me han dado una gran lección de adaptación ante las nuevas situaciones que se dan en la vida y que “querer es poder”.