Tiempos difíciles. Más de un centenar de fallecidos en las últimas veinticuatro horas. Infectados: otros tantos. Época de entretiempo; difícil renovar fondo de armario. Tiempos difíciles.
Aunque trate de aparentar lo contrario, soy un hombre de costumbres ordinarias. Gusto de encender la televisión, ojear medios en tinta o digital, desencantándome en el proceso con el género humano. No es tanto morbo como alivio, sabedor un día más de cómo el mundo continúa girando con ese compás desencajado, arrítmico, uno que a golpe de tremendismo dramático nos hemos empecinado en confeccionar. Somos imbéciles. De acuerdo. Gracias.
Ojeo la programación. Noticias, Madrid. La Madrid de asfalto y cosmopolitismo, la Madrid de boina invernadero. Nada sobre el valle de Lozoya, la cuenca del Manzanares; los pueblos de pizarra y dehesa. Madrid capital, a secas. El lujo de ser portada no es por haber capitalizado históricamente la hiperpolítica española, sino del lumbreras decimonónico que decidió converger todas las vías férreas en el centro de España. Me acojono, porque recuerdo que de Cataluña estuvimos hablando más de un año. Pero es justificado: tiempos difíciles. Cierto, lo había olvidado.
Escucho. Escucho y pienso. Sobre la voz del presentador recuerdo envidiar hace algunos años los eventos que mis padres vivieron y yo me perdí, recriminándoles su olvidadiza memoria cuando se mostraban incapaces de rememorar la emoción que les suscitó. La caída del muro de Berlín o la Guerra de Bosnia son meros borrones que tan solo atisban cuando en la pantalla del salón programan algún documental que homenajea su aniversario. Cuán interesantes debieron ser, y cómo me escuece no haber sido agraciado con sus vivencias. Curiosamente, en similar situación me encuentro ahora, masticando momentos irrepetibles que circulan por el televisor, de Madrid a Washington, de Moria a Minsk; más allá de donde los medios convencionales apenas se atreven a mirar ¿Y he de recordar para la posteridad tiempos tan difíciles, de tanto que cuentan, de cuentos tan tontos? Reverte me avisó en No vimos bastantes muertos: ocurren demasiado lejos como para preocuparme.
Son días de insensible respuesta, endulzados con una pizca de aséptico asentimiento. Aun viviendo tiempos difíciles, nos hemos acostumbrado. Algunos inconscientes los llaman interesantes. Prefiero esperar a otro día para secundarlos, y evitar responder cuando me recuerden la cita lapidaria del escritor Damon Knight: «Nosotros estábamos aquí. ¿Dónde estabas tú?»
Viviendo tiempos difíciles, pues mañana madrugo.