El arte de la fotógrafa americana Francesca Woodman (Denver, 1958 - Nueva York, 1981) llega a Madrid de la mano de la Fundación Canal. Sus obras estarán hasta el 5 de enero de 2020 en exposición, comisionada por Anna Tellgren, conservadora del Moderna Museet de Estocolmo.
Retratando cuerpos desnudos de mujer en blanco y negro, el arte de Woodman se muestra provocador. Provoca reflexión profundizando en el concepto de feminidad, retratándose en abundantes ocasiones a sí misma, y enseñando una visión trágica y teatral de la vida. Son concretamente 102 imágenes y 6 vídeos los que prueban esta visión y conforman la exposición al completo. A nivel técnico, Francesca estudia el movimiento y los espacios, pues la fotógrafa buscaba recrear escenas en las que las personas llevaban a cabo acciones, por muy extrañas que estas fueran.
Su vida personal, inseparable de la profesional
La trayectoria artística de Woodman comenzó a temprana edad. Concretamente, la fotógrafa tenía 13 años cuando sus padres le regalaron su primera cámara. Estos, ambos artistas, daban mucha libertad a sus dos hijos (Francesca tenía un hermano). Priorizaban el arte por encima de todas las cosas, y eso mismo hacía Francesca con su fotografía.
Francesca Woodman. Su primer autorretrato. Lo hizo en Antella, Italia, en 1972. Tenía 13 años.
Betty Woodman. Foto: George Woodman.
Su formación académica fue determinante, pues supuso su época de madurez artística. Estudió en la escuela de diseño de Rhode Island, donde coincidió con otros jóvenes con intereses similares a los suyos. Estos protagonizaron muchas de sus obras.
Tras esta etapa, le siguen otras tres en la vida de la artista: el año que se fue Roma como becaria de una residencia artística y experimentó el surrealismo y el futurismo, marcando un punto de inflexión en su obra para siempre; su estancia en la Colonia MacDowell y sus últimos años de vida y de trabajo en Nueva York.
Francesca Woodman. Autorretrato ‘Me and my roommate’ (Yo y mi compañera de habitación), Boulder, Colorado. 1976.
“Esta acción que preveo no tiene nada que ver con un melodrama. Yo era, ¿soy?, no única, pero sí especial. Por eso era artista. Inventaba un lenguaje para que las personas vieran las cosas cotidianas como yo las veo y enseñarles algo diferente. Pero no hay nada que hacer si no puedo tomar la gran ciudad, o pierdo la confianza o pierdo mi corazón. No hay que dar lecciones a otros, solo el otro lado”. Esto fue lo que escribió Francesca, desesperada por no lograr sus objetivos en el ámbito profesional, en su diario antes de suicidarse a los 22 años de edad (1981), arrojándose por la ventana de su piso en el Lower East de Nueva York. Esta era la segunda vez que intentaba suicidarse, y lo consiguió.
Es desde entonces que Francesca Woodman se convirtió en la fotógrafa de culto que conocemos hoy, y que sigue dando que hablar y generando preguntas sin respuesta. El misterio que la caracteriza está presente en cada una de las obras de esta exposición.