martes. 01.04.2025

Aunque amenaza con llover, la Feria del Libro de Sevilla está muy ambientada. Una gran masa de personas se ha reunido, como todos los años, para darse una vuelta por los diferentes puestos que se han desplegado. Por primera vez, se cambian los adoquines de Plaza Nueva por el albero de los Jardines de Murillo, y el resultado es igual de espléndido, si no más. Personas que van de aquí para allá en busca de un viaje a nuevas historias, aunque para ello, como expresa Karina Sainz Borgo, es necesario “encontrar un autor que sea un maravilloso ingeniero aeronáutico”. Ella misma es una magnífica aviadora capaz de trasladar a sus lectores a historias que a veces contienen ecos de su propia vida. Su novela, La hija de la española, la catapultó al frente de la literatura contemporánea. Su segunda novela, El tercer mundo, la asentó definitivamente. La isla del doctor Schubert es su última creación, donde se ha permitido la libertad de experimentar e imaginar un mundo lleno de seres mitológicos.

Y es que, para la autora, la libertad es una de las consecuencias que la lectura otorga a quien se adentra en ella, además de “hacernos menos estúpidos, como menciona Alfonso Bernardinelli en su obra Leer es un riesgo”. De libertad va la cosa, y hace aquí Venezuela su aparición estelar, país natal de Karina, y muy en boca de todos. ¿Se puede encontrar en la lectura una posible solución a la falta de libertad venezolana? Hace veinte años, nos comenta, sí. Hoy en día, sin embargo, “necesita algo mucho más profundo”, aunque las grandes epopeyas les vendrían muy bien. En su opinión, los venezolanos han perdido el punto de partida.

Del cálido clima venezolano nos trasladamos a la puerta de chiqueros. En una sociedad donde la tauromaquia es cada vez más repudiada tanto por la sociedad como por las instituciones, Karina Sainz Borgo se postula como una defensora del “arte total”. Para la periodista, el rechazo que este arte genera se debe a que la muerte es la principal protagonista, y la propia noción de nuestra caducidad genera terror. Todo en el espectáculo taurino es una representación real de la misma; “hasta en la propia plaza, la sombra le va ganando espacio al sol, la muerte va avanzando”.

Pero la resurrección acompaña a la muerte, y en la descripción del perfil de la entrevistada en ABC, esta asegura que cree en la resurrección futbolística de Guti. Nostálgica de la época en la que el exjugador del Real Madrid movía la pelota por el medio del campo, su única esperanza de que este le firme una camiseta las deposita en una utópica futura presencia del madrileño en los banquillos del club blanco.

No sabemos si veremos algún día a Guti entrenando al Real Madrid, pero lo que sí sabemos es que Karina se entrena a sí misma, como escritora y como periodista, una dualidad que, según ella, no puede separarse. Este entrenamiento lo realiza a través de la lectura. Leer (y traducir) libros hace que la mente se mantenga activa; es el gimnasio de un escritor, confiesa con seguridad. Sus pesas de confianza son, con perdón de la literatura contemporánea, los clásicos, leídos y releídos sin descanso. Y la poesía, que “es como una buena faena, no se puede corregir”; el lenguaje funciona o no funciona. Sin embargo, a la escritora le gustaría leer más y en otros idiomas; por ejemplo, leer a Flaubert en francés, aunque admite que muchas veces esto no es posible. Con respecto a los libros que vuelve a abrir después de leerlos en su juventud, se da cuenta de que en esas primeras lecturas no los comprendió bien, o interiorizó cosas diferentes a lo que ahora le interpela.

El cielo amenaza con tormenta. “Volverán las oscuras golondrinas…” son las palabras que nos devuelve Karina al preguntarle por el primer autor sevillano que se le viene a la cabeza. Oscuras son las golondrinas, y oscuro está el cielo. Ha llegado el momento de acabar la entrevista. Ha empezado a llover.