domingo. 24.11.2024
A MI MANERA

El tiempo no existe

El próximo lunes 11 de mayo —por primera vez en mi vida deseo que llegue un lunes— veré de nuevo a mis amigos y familiares. Me he propuesto no utilizar ni una sola vez el móvil. Bueno sí, para hacernos una foto, que ese día será histórico.

Lola Sánchez-Dalp

Hace relativamente poco, parecía algo surrealista el concepto de hiperconectividad. Este fenómeno, por calificarlo de alguna manera, se ha ido adentrando poco a poco en nuestras vidas y nos ha convertido en sus víctimas. Estamos conectados a todo y con todos las 24 horas del día.

Cuando podíamos salir y campar a nuestras anchas por cualquier sitio, no éramos del todo conscientes de la hiperconectividad. Durante la cuarentena, Internet ha sido por excelencia el medio de trabajo de todos los empleados y estudiantes. Y qué remedio, si es que no había otra opción. Es cierto que la tecnología nos ha facilitado las tareas; aun así, no nos ha dejado tiempo para más. Todo nuestro tiempo, o me atrevería a decir casi un 80%, hemos estado pegados a la pantalla del ordenador.

Hace unos días tuve que ayudar a mi madre a descargarse la aplicación Teams de Microsoft. A través de ella puede conectarse con sus alumnos y explicar la materia u ofrecer tutorías por videollamada. Yo, que siempre he sido cotilla, no iba a pasar por alto las valoraciones. Al principio me hacían gracia, hasta que me di cuenta de que son una realidad y que me sentía como los que opinaban. Leí comentarios de alumnos desesperados que suplicaban que eliminasen la aplicación porque “suena hasta cuando duermo”, o porque “ni la siesta respeta”. Esos son solo dos, entre miles, de las valoraciones.

Durante la cuarentena parece que los horarios de trabajo no existen y que los fines de semana tampoco. Pareciera que el coronavirus, aparte de arrastrar con él a muchísimas personas, también se ha llevado nuestro tiempo. Mis profesores siempre me han insistido en que son personas, y es cierto. Son personas que tienen una vida fuera de la propia universidad. Personas que tienen un horario de trabajo en el que están conectados y pendientes de sus alumnos, y un horario personal en el que utilizan su tiempo para dedicarse a ellos o a lo que les apetezca.

Sin embargo, es cierto que también los alumnos tienen su tiempo. El otro día mientras hablaba con una muy buena amiga mía, me decía: “no sé qué piensan que somos, máquinas o algo”. La sobrecarga de trabajo para ambas partes está siendo monumental. Y no sólo para alumnos y profesores, también para todos los que trabajan desde casa con un ordenador. El trabajo se ha convertido en teletrabajo. Sin embargo, parece que por estar en casa las 24 horas del día, los horarios no existen. Recordemos que el teletrabajo, según la RAE, es el trabajo que se realiza desde un lugar fuera de la empresa utilizando las redes de telecomunicación para cumplir con las cargas laborales asignadas.

Las llamadas y los correos agotan no sólo la batería de nuestros móviles, sino también la nuestra. Es necesario descansar y desconectar. Es necesario respetar nuestros horarios y cumplirlos. El agotamiento, el desánimo y la desesperación son algunos indicios de la sobrecarga por el teletrabajo.

Probablemente esta pandemia nos habrá enseñado muchas cosas, pero sobre todo lo que significa la hiperconectividad y lo que supone estar excesivamente conectados.

El próximo lunes 11 de mayo —por primera vez en mi vida deseo que llegue un lunes— veré de nuevo a mis amigos y familiares. Me he propuesto no utilizar ni una sola vez el móvil. Bueno sí, para hacernos una foto, que ese día será histórico.