Me recibe un domingo por la tarde en el salón de su casa, después de una dura semana de trabajo en el hospital. José Miguel Pérez, además de ser un profesional con una gran reputación, dedica su vida a mejorar la de los demás.
No encuentro mejor manera de empezar la entrevista que preguntándole por qué decidió estudiar la carrera de Medicina. Confiesa que desde que tiene uso de razón quiere ser médico, no sabe por qué exactamente, aunque puede que la razón esté en que me explica que se siente bien, que se siente realizado cuando está atendiendo a sus pacientes o, en esta nueva etapa de su trabajo, organizando todo para que sus pacientes estén bien atendidos.
Comenzó haciendo medicina de familia y comunitaria, pero se dio cuenta de que lo que más le interesaba de la Medicina era el cuidado del paciente grave. Así, se volvió a presentar al examen MIR para cambiar de especialidad por la de Medicina intensiva.
El rol de jefe de servicio de cuidados intensivos consiste en organizar la asistencia a todos los pacientes críticos que llegan al hospital; desde los que entran en condición crítica en su domicilio y los que tienen que trasladar al hospital, hasta los que se encuentran en estado crítico estando hospitalizados o como consecuencia de alguna intervención o procedimiento. Eso es un poco más complicado en un hospital grande donde antes de la pandemia tenían ya una UCI con 48 camas, 48 camas organizadas en cuatro UCIs diferentes, una UCI polivalente, una UCI cardiovascular, una UCI de posoperatorio de cirugía cardiaca y una UCI de neurotraumatológicos. El trabajo de coordinador de trasplantes es un poco diferente. Aquí, lo que hay que organizar desde la coordinación autonómica de trasplantes es, igualmente, que los distintos coordinadores hospitalarios de trasplantes dispongan de la formación y de los recursos adecuados para poder hacer bien su trabajo, que es detectar donantes, mantener la perfusión de los órganos del donante en la UCI, entrevistar a la familia, ofrecerle la opción de la donación y, en aquellos casos en los que la familia acepta, que es el 85% de las veces, organizar los quirófanos y la distribución de pacientes en las listas de espera para poder trasplantar a aquel que lo necesita más.
como mucho aspiraba a ser jefe de sección de la UCI de trauma, no jefe de todo el servicio
Le pregunto si su meta era llegar a tales puestos, y su respuesta es que no: “como mucho aspiraba a ser jefe de sección de la UCI de trauma, no jefe de todo el servicio; y aspiraba a ser coordinador intrahospitalario de trasplantes y no coordinador autonómico”. Explica que desde la vocación de servicio y desde el interés por poder organizar el trabajo para que este se haga de la mejor manera posible, a veces no puedes rechazar un puesto de responsabilidad.
Nos cuenta que echa de menos del trabajo de campo el no poder tener ese contacto directo con los pacientes que tenía antes, pero es verdad que el trabajo que tiene ahora es facilitar que sus compañeros tengan todos los recursos y todas las condiciones necesarias para poder atender bien a sus pacientes. Como cuando él los atendía echaba de menos que alguien organizara esto bien, ahora, moralmente, es él quien está encargado de organizarlo todo correctamente para que los demás puedan hacer su trabajo.
No puedo evitar hablar acerca de la pandemia que estamos viviendo y más, siendo ellos los verdaderos protagonistas que están a pie del cañón. Así, relata que la primera ola fue bastante dura, que estaban pendientes de lo que ocurría en China y, desde luego, desde que apareció el primer caso en Italia ya se prepararon porque sabían que sí o sí les iban a llegar los casos. Entonces no sabían cuántos ni cómo de graves iban a llegar los pacientes, tampoco sabían cómo de protegidos estaban. Aunque nos cuenta que hicieron un esfuerzo muy importante en formación, en el uso de los equipos de protección individual en sus profesionales, e incluso comenzaron a hacer almacenaje.
cuando la pandemia empezó no sabíamos qué capacidad o qué necesidades de camas de cuidados intensivos iban a hacer falta para poder atender a tanta gente
Crearon un stock de material de protección, pero estaban intranquilos. “Estábamos preocupados porque cuando esto empezó no sabíamos qué capacidad o qué necesidades de camas de cuidados intensivos iban a hacer falta para poder atender a tanta gente”. En una UCI como la de Granada pensaban que podían tener a lo mejor 50 o 55 pacientes COVID, pero no se imaginaban que iban a tener más de 70 y que, además, había que asumir el reto de atender no solo a los pacientes críticos COVID, sino que había que seguir atendiendo a los pacientes críticos no COVID. En definitiva, ha sido complicado, pero realmente no sospechaban que esto iba a tener tanto impacto. Como dice anteriormente, partían de 48 camas y han llegado a atender a casi 100 pacientes críticos a la vez. Todo gracias al trabajo de nuestros profesionales y a un esfuerzo importante en organización, que además se complicaba porque estaban preocupados. Preocupados por si se contagiaban de sus pacientes, si podían morir o no, o si ellos contagiados podían contagiar a su vez a otros pacientes o a otros familiares. Conforme han ido conociendo mejor cómo funciona la enfermedad y, desde luego, desde el momento que han estado vacunados, ha cambiado la perspectiva y siguen cuidando de sus pacientes, pero con menos incertidumbre.
a la preocupación por contagiarte se sumaba el temor a perder pacientes, a perder tu vida o a poder contagiar a tus seres queridos
A nivel profesional ha cambiado su forma de trabajar; han tenido que hacerlo en espacios que no eran los habituales para tener una UCI, se ha incorporado mucho personal nuevo que nunca había tenido contacto con pacientes graves. Ha habido que hacer circuitos en el hospital diferentes de entrada y salida, circuitos limpios, circuitos COVID. Y ha sido un reto que cree que a nivel hospitalario ha sido bien resuelto. El entrevistado admite la crudeza de esta situación: “A nivel personal es duro, porque a esa preocupación por contagiarte se sumaba el temor a perder pacientes, a perder tu vida o a poder contagiar a tus seres queridos. Y a su vez, para evitar contagiar a tus seres queridos, sobre todo a los más vulnerables, evitabas el contacto con ellos o lo hacías con máximas medidas de seguridad, y eso generaba una situación de aislamiento general, que a veces se hacía muy dura. Lo que pasa es que no cabe otra que apretar los dientes, tirar para adelante para sacar a los pacientes vivos y ya más adelante curarnos las heridas, incluidas las heridas del alma”.
no cabe otra que apretar los dientes, sacar a los pacientes vivos y ya más adelante curarnos las heridas, incluidas las heridas del alma
Admite que, en cuanto a la gestión, la hubiera planteado de manera diferente. Ha habido países que han apostado por una estrategia de erradicación del virus; es decir, estrategia “COVID 0” que consiste en un cierre masivo y severo hasta quedarnos en cero casos. Y cada vez que en algún sitio aparece algún caso, otra vez cerrar. Eso ha conseguido proteger a la población, tanto desde el punto de vista de la salud como desde el punto de vista de la economía. Pone de ejemplo Nueva Zelanda. En otros países la estrategia ha sido apostar fuertemente y sin duda ninguna por la vacunación, como es el caso de Israel, donde se ha comprobado cómo la campaña de vacunación masiva ha conseguido que, mucho antes que el resto de países europeos, alcancen un control de la enfermedad con unas cifras de mortalidad muy bajas, lo que les ha permitido un reinicio bastante parecido a la normalidad de la actividad económica y social. Por otro lado, piensa que España, igual que la mayoría de países europeos, ha adoptado una estrategia de convivencia con el virus sin querer hacer esos confinamientos tan estrictos, confiando en que íbamos a poder controlar la situación con la vacunación. Desgraciadamente, la apuesta por la vacunación no ha sido como la de Israel, nos hemos encontrado con que no teníamos controlada la enfermedad y, además, no teníamos a la población vacunada, que era el peor escenario posible. Por ello, al menos esas dos líneas estratégicas, él las hubiera abordado de manera diferente.
Me intereso por su opinión acerca del comportamiento de la población durante la pandemia. Piensa que la población española, en general, se ha comportado de manera excelente y ha respondido a lo que se le ha pedido, aunque siempre hay grupos de personas que no entienden las cosas. Cree que se podría haber hecho mucho mejor el proceso de comunicación desde el Gobierno central y autonómico a la sociedad, informando adecuadamente de la situación, de sus riesgos, de las expectativas. Eso hubiese conseguido una mayor colaboración por parte de la sociedad y hubiese generado menos incertidumbre y menos falta de credibilidad en nuestros gobiernos.
vacunarse es salvar vidas
Por último, hablamos acerca de las vacunas y el impacto que están teniendo. A lo que me responde que las vacunas son el futuro y la salida de esta enfermedad. Se ha hecho un esfuerzo como no se ha hecho nunca en la historia de la Medicina y en la historia de la humanidad por generar rápidamente vacunas. Vacunas que son seguras, que tienen efectos secundarios como todos los fármacos, como todos los tratamientos, pero el balance de lo que aportan de positivo, de seguridad, de salvar vidas, de salvar la salud y al final de salvar la economía, compensa sin duda el mínimo riesgo de efectos secundarios que tienen las vacunas. Explica que más riesgo tiene tomarse una aspirina que vacunarse, y la aspirina tiene también sus indicaciones; las situaciones en las que hay que tomarlo porque en el riesgo-beneficio, hay mayor beneficio. Y con las vacunas el beneficio está clarísimo, sea la vacuna que sea. Hay que vacunarse. Vacunarse es salvar vidas.