A pesar de que la familia y un profundo cariño nos unen, hoy más de 5,500 km y un inmenso océano nos separan. Esta es la distancia entre New Jersey y Sevilla, la tierra que vio nacer a nuestro protagonista y donde hoy me encuentro yo. Son las tres y media de la tarde, las diez y media de la mañana allí. Hace bastante tiempo que no nos vemos, y esta es una gran oportunidad para ponernos al día, también con los primos y con Nala, su perrita, que no para de dar vueltas por detrás.
Aunque, si hablamos de vueltas, las que ha dado Cristóbal Pera para llegar adonde está no se quedan atrás. Sevilla, Barcelona, Texas, Méjico, y desde hace ya unos cuantos años, New Jersey, donde él su familia están más que asentados. Actualmente, es director editorial y vicepresidente de Planeta para Estados Unidos y se encuentra inmerso en un gran proyecto: crear casi desde cero una editorial con todo el contenido de Planeta, que, como podemos imaginar, es muchísimo.
Antes de dedicarse al mundo editorial, la idea de estudiar medicina estuvo mucho tiempo rondando por su cabeza. Finalmente, decidió seguir su pasión por la lectura, la cual lo atrapó desde muy pequeño. No le hizo falta mucho tiempo para darse cuenta de que tomó la decisión correcta y que seguir la tradición familiar no era su camino.
La lectura de Cien años de soledad no solo fue iluminadora para él, sino también el impulso que necesitaba para hacer un doctorado en literatura latinoamericana. Durante sus estudios leyó y escribió sobre muchos escritores de la región, entre ellos el Premio Nobel García Márquez. Lo que nunca podría haber imaginado era que algún día lo conocería y trabajaría con él, y mucho menos que llegaría a considerarlo un amigo, hasta el punto de que se convertiría en el editor de su última novela.
¿Cómo alguien común llega hasta ahí? ¿Cómo sucede todo esto?
“Wow, es un poco loco”, confiesa. “Hice un doctorado en Texas y, tras unos años, decidí volver a España para trabajar en la universidad con una beca del ministerio”. Es ahí donde todo cambia un poco. Después de terminar la beca, consideró que no iba a tener continuidad en el trabajo ya que las plazas estaban prácticamente asignadas. Por ello decidió volver a Estados Unidos y hacer un máster en edición.
La editorial de Random Hause, Mondadori, le permitió reforzar lo aprendido en el máster de edición trabajando como freelance durante nueve meses. Fue entonces cuando, por primera vez, estableció contacto con el Premio Nobel. “A través de su agente, Carmen Balcells, lo conocí por primera vez”, recuerda. Aunque nunca se habían visto, él le pidió que comenzaran a trabajar en la fase final de sus memorias, todo mediante comunicación telefónica desde Los Ángeles, donde por aquel entonces vivía el escritor. Una vez terminada la tarea, el destino quiso que se conocieran en persona en un acto en Barcelona al que el genio, García Márquez, asistió ese día. Reconoce que encontrarse en persona no entraba en sus planes, por lo que coincidir fue un verdadero sueño.
“Años después, cuando por trabajo me instalé en Méjico, retomamos el contacto, esta vez con una relación más continuada con él y su familia. Las reuniones una vez al mes en su casa para pulir detalles y trabajar se convirtieron en rutina durante muchos años, siendo la mayor recompensa como editor para nuestro protagonista.

Con el fallecimiento del escritor, muchas obras que comenzó quedaron sin terminar, entre ellas, En agosto nos vemos, una novela que refleja la libertad sexual que experimenta su protagonista cuando se va de viaje.
¿Quién te llama para hacer este proyecto? ¿Cómo surge esta posibilidad?
Tras la muerte de Gabo, todos sus textos fueron depositados en la Universidad de Austin, Texas. Aunque no eran accesibles al público, algunos estudiosos pudieron acceder a ellos y, tras consultarlos, publicaron un artículo en el que alababan la obra, resaltando la importancia de hacerla pública para que todo el mundo pudiera leerla. Los hijos se hicieron eco de ello y su temor porque se difundiera de forma pirata les impulsó, entre otras cosas, a tomar la decisión y “traicionar” la voluntad de su padre, pidiéndole a nuestro editor que les ayudara. “Me llaman los hijos de García Márquez, a los cuales ya conocía y quienes confiaban en mí por todo lo trabajado con su padre en vida”.
No era una tarea fácil. El primer paso consistía en leer la obra para asegurarse de que estuviera íntegra. “Cuando la leí supe que la obra estaba completa” afirma. A pesar de ello, requería un minucioso trabajo de edición. Notas en los márgenes, cinco versiones y cuestiones que ni siquiera el propio autor había logrado resolver, entre ellas, la edad de la protagonista. El compromiso de Cristóbal era absoluto. “Lo que yo me propuse fue no añadir nada”.
Aunque es un trabajo que el mismo Cristóbal hubiese realizado con el escritor en vida, al no estar este, la responsabilidad era infinitamente mayor. De modo que, así como un restaurador limpia y devuelve el brillo a una obra, el trabajo del editor fue algo parecido, siempre desde el más profundo respeto por los lectores y, sobre todo, por Gabo.
La obra es al 100% de García Márquez
Era un gran desafío: cinco grandes ramas, tan diferentes entre sí como lo eran las cinco versiones del libro, especialmente las primeras, en las que aún quedaban muchas cosas por definir. El gran “OK final”: Esa era la etiqueta con la que García Márquez nombró a la quinta versión del libro y únicamente sobre esta trabajó Pera, además de un Word con anotaciones hechas por la secretaria del escritor. Por ello “La obra es al 100% de García Márquez”
Como quien deja un coche en un garaje, Gabo guardó esta obra en el cajón durante años. Aunque fue a finales de los noventa cuando pudimos escuchar algunos capítulos por primera vez, no fue hasta el año pasado cuando finalmente llegó a nuestras manos. Durante todo este tiempo la conservó como algo valioso, como esas cosas que guardas con cariño con la intención de retomarla cada cierto tiempo. A diferencia de muchas de sus obras inéditas, que sí decidió destruir por no considerarlas válidas, está quedó intacta. Pese a haber amenazado con hacer lo mismo con esta, el hecho de que no lo hiciera fue otra de las razones que impulsó a sus hijos a que, por fin, se animaran a leerla y juzgarla por su propio criterio, determinando que era digna para sus lectores. Así como ya lo habían determinado anteriormente aquellos que tuvieron el privilegio de leerla antes: “Él era muy perfeccionista y lo que no le valía, automáticamente lo destruía”.
Sin embargo, muchos piensan que esto es una traición. ¿Qué opinas sobre ello?
“Seguramente él hubiese cambiado cosas de la obra. Está claro” comenta Cristóbal. “Pero creo que la decisión de publicarla fue la más acertada”. A pesar de sus demencias, trabajó en ella hasta sus últimos días. “Era terapéutico para él”.
Muchos esperaban otro Cien años de soledad, pero En agosto nos vemos es una novela corta al final de su vida y su último aliento como escritor. “Publicar esta novela era fundamental para mostrar al mundo la manera en la que quiso cerrar su ciclo narrativo”, afirma Cristóbal. Para sorpresa de algunos, su importancia es mucho mayor de la que estos le han reconocido. “Por primera vez, una mujer es la protagonista absoluta de su obra”.
¿Crees que el perfeccionismo de García Márquez lo llevó a desechar grandes obras? ¿Has podido leer alguna?
“Él era muy perfeccionista y quizás esa incertidumbre a que no estuviese perfecta le hacía dudar”. Aunque le hubiese encantado, Pera cuenta que no pudo leer ninguna de sus obras inéditas. El hecho de que las destruyera no permitió al editor poder juzgarlas por sí mismo. Lo cierto es, que algunos afortunados, como su amigo y escritor Álvaro Mutis, pudieron leer alguna.
Publicar esta novela era fundamental para mostrar al mundo la manera en la que quiso cerrar su ciclo narrativo
La música también juega un papel fundamental en la novela, hasta el punto de que la esposa del icónico Johann Sebastián Bach, María Magdalena Bach, da nombre a la protagonista. Cosi fan Tutte, Aaron Copland o Siboney son nombres de grandes composiciones y compositores musicales, que, entre otros, aparecen también reflejados a lo largo de la obra. “La música para Gabo era esencial”, conocía a músicos, le encantaba bailar y era parte de su esencia caribeña. Además, era un obseso de la música clásica”. El primer libro que la protagonista sostiene en sus manos es Drácula, de Bram Stocker, y a lo largo de toda la obra sigue leyendo constantemente. Sin embargo, va más allá: lo curioso de estos libros es que eran los favoritos del propio autor. “La protagonista es, en el fondo, un trasunto del propio autor”.
Para nuestro protagonista, el mayor desafío fue enfrentarse a un bloqueo mental que alguien de la talla de Shakespeare, Cervantes o Fulker, habría dejado sin resolver. Es ahí donde Cristóbal, como editor, tuvo que tomar decisiones basándose en las diversas anotaciones que el mismo autor había dejado en los márgenes y en la experiencia adquirida en proyectos anteriores en los que habían trabajado juntos. “Ese fue el reto más grande”.
La protagonista es, en el fondo, un trasunto del propio autor

“A nivel profesional, ha sido la labor más importante de mi vida como editor. Pero, sobre todo, haber tenido la fortuna de cruzarme en el camino de García Márquez ha sido un auténtico regalo. En todo momento sentía que lo estaba haciendo con él y que cada paso debía ser guiado por el absoluto respeto”.
En el epílogo podemos leer una dedicatoria del editor:
"Mi agradecimiento más profundo a Gabo, por su humanidad, su sencillez y el afecto que siempre repartió a cualquiera que se acercara a él, pensando que era un Dios para demostrar con su sonrisa que era un hombre".
La entrevista llega a su fin. Me confiesa que le ha servido de entrenamiento para la Feria del Libro de Bogotá, a la que asistirá el 26 de abril como invitado de España.
Entre risas, admite que no le gusta dar entrevistas de gran alcance, aunque, dadas las circunstancias, ha conversado con los medios más importantes de los Estados Unidos, como The New York Times, BBC o NPR.
haber tenido la fortuna de cruzarme en el camino de García Márquez ha sido un auténtico regalo
Debido a la excepcionalidad de las circunstancias ha tenido que dar la cara. Estar en el foco le hace sentir como pez fuera del agua y ha querido acotar este proceso cuanto ha podido. “No me siento cómodo dando entrevistas, siento que estoy usurpando el protagonismo al verdadero genio”. Aunque confiesa que es necesario aclarar ciertas cosas y entiende la curiosidad e intriga de la gente por saber cómo se hizo la obra. Sobre todo, para aquellos desconfiados que temen que se haya hecho por puro negocio.
“El gran trabajo de un editor es ser invisible” confiesa. El autor es el gran protagonista, yo permanezco en la sombra, mi nombre no debe ni aparecer.
“¿Qué hora es allí?” me pregunta.
“Las cuatro y veinte” le respondo.
La diferencia horaria nos ha descolocado un poco. Aquí la tarde avanza, ya es la hora de la siesta. Es momento de dar por finalizada la entrevista.