jueves. 21.11.2024

Conocí a Mercedes mientras -yo- devoraba una hamburguesa de retinto y compartíamos un plato de tortillitas de camarones en el ‘Casa Isabel’ de El Palmar. Desde sus primeras aportaciones supe que tenía algo que contar y, a medida que siguió hablando, me di cuenta de que para conocer todo lo que quería saber sobre ella íbamos a tener que compartir pescaíto frito algunas veces más.

Mercedes Gallego es una rara avis. No cualquier periodista puede decir que su primera entrevista fue a Camarón de la Isla, ni que estuvo al pie del World Trade Center algunas horas después de los atentados del 11S, o que fue secuestrada por un grupo de proxenetas en uno de los barrios más peligrosos de Tijuana.

La pasión de Mercedes por el periodismo de trinchera le ha llevado al límite, pero también al éxito; aunque eso es muy relativo, porque ahora que se encarga de una de las corresponsalías más cotizadas del mundo del periodismo, su entusiasmo por cubrir la política norteamericana es mucho menor que su anhelo por revelar y contar los secretos de la “jungla neoyorquina”.

Pregunta.- ¿Quién es Mercedes Gallego?

Respuesta.- (Está varios segundos en silencio). A ver, quiénes somos siempre es la búsqueda de una vida. Evidentemente, Mercedes Gallego es una firma periodística, que es por la que paga mi periódico, y creo que he curtido esa firma para convertirme en una periodista aguerrida, que hace honor a la verdad –aunque la verdad en estos tiempos es cada vez más difusa– y a la que le gustan las causas justas. No creo que valga la pena dejarse la piel por algo en lo que no crees.

P.- ¿Fue por esa relación con las causas justas por lo que te dedicaste al periodismo?

R.- La verdad es que no… de pequeña me gustaba leer y escribir, quería ser escritora, pero a los 8 años, en el colegio tuve que hacer un periódico y me encantó el proceso. Ahí decidí que me parecía mucho más ameno, divertido e interesante ser periodista que escritora.

Lo de las causas justas se debe a mi personalidad. Siempre he sido bastante justiciera y no podía ver el periodismo de otra manera. Se convirtió en una herramienta adicional para dar voz a la gente que no la tiene.

P.- Una vez te decidiste por el periodismo, ¿cómo te llegó ese afán por el periodismo de trinchera?

R.- Me fui de casa a los 15 años. Tuve que buscarme mucho la vida y hacer mucha vida de calle. Desde que empecé con el periodismo, no lo concebía como un ratón de biblioteca, lo concebía como una forma de estar en la calle, con la gente. Para mí la gente es lo más importante.

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Mercedes charla con varias afectadas por el terremoto de Haití. (www.mercedesgallego.com)

P.- ¿Cómo fueron tus primeras experiencias profesionales?

R.- Todavía estando en la carrera, estuve en San Francisco, en el periódico ‘Tiempo Latino’. Era algo tan básico que te daban un cheque por quincenas y tenías que ir corriendo al banco, porque el último no cobraba (ríe). Si ese día te pillaba ocupada, más vale que lo dejaras todo. Pese a todo lo básico que era el periódico, para mí fue como entrar por la puerta grande. Me tocó cubrir la campaña para las elecciones a la alcaldía de la ciudad, y yo estaba acostumbrada, en Madrid, a escribir, llamar, esperar… allí pedí al ayuntamiento una entrevista con el alcalde y, por la mañana, me despertó el teléfono. Era el alcalde. Pensé: “Guau, somos importantes”.

P.- Una vez acabada la carrera te asientas en Latinoamérica y cubres acontecimientos como el levantamiento zapatista en México, el huracán Mitch… ¿cómo fue ese cambio tan brusco?

R.- A mí, periodísticamente, México me pareció maravilloso. Como has dicho antes, para mí, que soy una periodista de trinchera, a la que le gusta ir a los sitios y conectar con la gente, México me pareció un país en el que, a pesar del poco interés desde España, pasaban muchas cosas. Yo iba sola a pueblos en los que el día de antes había habido un linchamiento. Era como un reto de superación personal continuo en el que no tenía competencia, porque nadie más hacía eso.

De hecho, fui a cubrir la matanza de Acteal, en Chiapas, en Nochebuena. Y ningún corresponsal más fue. Solo estábamos tres periodistas. Todos los que no estaban escribieron la historia en remoto, llamando al cura de la Iglesia en la que fue la matanza. El cura embelleció la historia y dio su versión, y la nuestra no contó. La que ha quedado para la historia es la de todos los demás. Fue una gran lección para ratificarme, primero, en que las noticias hay que contarlas al pie del cañón, y también para entender y aceptar que adelantarte a los hechos y conocer la verdad suele ser una batalla perdida si vas en contra de los demás.

P.- Tras tu experiencia en Centroamérica, comienzas a trabajar como corresponsal en Nueva York, y tan solo dos años después de tu llegada ocurre el 11S. Yo, que ni estaba vivo, veo las imágenes y pienso en lo impactante y sobrecogedor que tuvo que ser aquello. ¿Cómo se vivió desde allí?

R.- Yo lo vi desde el balcón de mi casa. Recuerdo que estando en México, la directora de una revista me dijo: “yo creo que a ti te va a ir bien, porque la clave del periodismo es estar en el momento y el lugar adecuados”, y creo que el 11S lo demuestra. Mi novio de entonces era cámara de la NBC, y estaba en NY para grabar un documental sobre los Servicios Secretos precisamente en las Torres Gemelas. Justo la noche de antes le avisaron que la persona que venía de Washington a hacer de guía había perdido el último avión y la hora de comienzo se retrasaba. Por ese motivo él no estaba allí a la hora de los atentados. Estábamos observando el edificio arder desde el balcón y en ese momento vimos impactar el segundo avión.

Balcón 11s
Los atentados del 11-S desde el balcón de Mercedes Gallego. (www.mercedesgallego.com)

P.- ¿Cómo fueron, tanto a nivel periodístico como a nivel personal, las horas posteriores?

R.- Fue muy impactante. Una cosa es ser periodista de trincheras e irte a la guerra, y otra cosa es cuando la guerra viene a visitarte a casa. Por mucho que empatices  cuando vas a los sitios, cuando ocurre en tu ciudad, en tu ambiente… te cuesta mucho mantener una distancia emocional.

Julio Anguita Parrado, mi pareja de crímenes periodísticos, y yo, fuimos a la zona cero. Cogimos las bicis e intentamos colarnos por una zona que ya estaba sitiada por la policía, pero encontramos un recoveco y nos acabamos colando; como quien no quiere la cosa, nos encontramos con una cuadrilla de conEdison, la compañía de la luz de aquí, repartiendo cascos. Sin querer, nos fuimos metiendo con los voluntarios que estaban trabajando en labores de desescombro y rescate, y cuando nos dimos cuenta nos encontramos a los pies del coloso, debajo de esa montaña de llamas, humeante, sin saber qué hacer. Era como una escena de película, con los escaparates rotos, las calles inundadas de papeles de oficinas, bolsos, zapatos… Hubo un momento en el que nos paramos a tomar el bocadillo, y yo sentía que se me clavaban todas las miradas de los demás. Le dije a Julio: “Julio, yo creo que nos han calado”, y me contestó: “pareces tonta, te están mirando porque eres la única tía” (ríe). Fue una forma de anticipar lo que me iría pasando otras muchas veces en la vida. Por suerte ahora no pasa, hay mujeres en todos sitios, aunque no se les reconoce como se debería.

P.- En 2003 viajaste como periodista empotrada del Ejército Estadounidense a Irak para cubrir la invasión. ¿Afectó la relación con los soldados a tu espíritu crítico?

R.- A mí no me cambió el espíritu crítico lo más mínimo… porque es muy acentuado (ríe).  Sí que me hizo sentir un poco hipócrita, porque tenía que callarme mucho. Pasábamos infinitas horas en un camión militar, y cualquier tema político o cultural dejaba claro que veíamos las cosas de manera distinta, así que yo tenía que callarme. Pero eso no afectó a mis crónicas, de hecho ese era el lugar en el que podía desahogarme.

Mercedes y Militar
Mercedes posa junto a Tony García, médico del ejército en Irak. (www.mercedesgallego.com)

P.- Luego te desahogaste del todo con el libro…

R.- Conté lo de los abusos sexuales de los soldados a las mujeres iraquíes a mis superiores, y ahí sí que me dijeron que me esperara a volver.

P.- El libro salió 4 meses antes de que el Pentágono abriera la investigación. ¿No tuviste miedo a las represalias?

R.- Si te digo la verdad, no tenía miedo a eso. Lo que sí me intimidaba era el estigma que conllevaba para las mujeres hablar de abusos sexuales. Eran conversaciones difíciles. Me daba miedo de que se me encasillara por sacar temas incómodos, pero pese al miedo no me planteé  no publicarlo. Lo consideraba como una deuda de honor. Se lo debía a las mujeres que lo habían sufrido. Ellas sí que no podían contarlo ni hacerlo público. Les hubiera arruinado la vida incluso físicamente. Si yo no lo contaba… ¿cómo lo iban a contar ellas?

Mercedes Gallego
Mercedes Gallego

P.- ¿Cómo se convive con el miedo en todas estas situaciones? Y más viendo que Julio Anguita Parrado, tu amigo, había perdido la vida en Irak.

R.- Yo no soy ‘Juan sin miedo’. Me he enfrentado a situaciones con miedo. Para mí eso es la valentía. El miedo te obliga a valorar con mucho cuidado en qué momento jugársela y en qué momento dar marcha atrás. Precisamente Julio, por miedo a ir con la avanzadilla, se quedó en la retaguardia, y allí lo mataron.

Yo no le tengo miedo a la muerte, pero sí al sufrimiento. Una vez, haciendo un reportaje en la frontera entre México y Estados Unidos estaba siguiendo junto a una señora a sus nietos, que habían sido entregados a un coyote. Así, nos metimos en un barrio muy peligroso, cogimos una pensión de mala muerte y nos calaron. Dimos tanto la nota que varios proxenetas de la zona nos rodearon, me quitaron la cámara, y me asusté. Yo conozco México, y ya no es que te maten, es que podrían habernos arrancado las uñas o metido en un barreño de cal viva. Cuando nos soltaron, no paré de conducir hasta EEUU. (Pausa). Luego volví (ríe).

P.- Otra de las circunstancias con las que se convive en tu trabajo es la miseria. ¿Te acostumbras a ella? ¿Te deshumaniza?

R.- Lo más duro es tener que mirar para otro lado. Saber que nosotros estamos allí de paso. De paseo por su miseria, mientras que ellos se quedan atrás con ella. Es muy difícil tener que pasar de largo por el dolor ajeno.

P.- Volviendo a la actualidad, Nueva York debe ser un sitio estupendo para ser corresponsal. Una gran ciudad, pasan muchas cosas… ¿o quizás es un poco decepcionante?

R.- Nueva York me gusta mucho a nivel personal. Esta es una de las grandes contradicciones del periodismo. Los sitios más apetecibles para vivir suelen ser los más aburridos. Nueva York me pareció DisneyLandia cuando vine. De vez en cuando matan a alguien a tiros, pero eso no es lo peor. En México te secuestraban, te cortaban las orejas para mandárselas a tu familia…

Pero periodísticamente, para mí NY ha sido una gran decepción. Porque todo lo que pasa aquí está cubierto. Hablas con gente de temas que ya están cansados de contar. Y luego porque… no te daré el nombre, pero un corresponsal de El País  que después fue director, contaba en una charla lo pletórico que se sentía en EEUU porque iba en el avión del presidente. En realidad es el avión de la prensa que acompaña al presidente. Y a mí eso no me aporta nada. La cobertura de Nueva York es una cobertura de élite, de alta política. Y a mí lo que me gusta es la gente. De hecho, estando con los marines me tocó acompañar a la Comandancia. Pronto descubrí que si querías enterarte de cosas tenías que estar con las tropas, no con los generales. Aquí, en Nueva York, pasan miles de historias que no se pueden contar porque no interesan. Lo que interesa es la política, no la jungla neoyorquina.

Sigo aquí porque soy de los últimos dinosaurios. Ya no hay corresponsales tan bien pagados como yo. Bueno, decentemente pagados. Cuando empecé en el periodismo, las corresponsalías se alargaban como mucho cinco años. Ahora, el que se mueve de la foto no sale. Si quieres cambiar, tu única alternativa es ser freelance y vivir a base de colaboraciones mal pagadas o volver a la redacción y estar doce horas haciendo refritos. Quizás no he tenido el valor de dejarlo. Podría haberme ido y habérmelo montado desde cero. No he tenido los cojones de hacerlo.

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Mercedes entrevistando a Hillary Clinton. (www.mercedesgallego.com)