El reloj marca las diez y veinte de la mañana cuando mis ojos, cansados por el madrugón, comienzan a divisar a lo lejos el Castillo de Almodóvar, una imponente fortaleza bereber del siglo VIII situada a orillas de Sierra Morena que anuncia la casi llegada a mi destino.
El paraje que atravieso no puede resultarme más fascinante. El verde inunda todo lo que alcanzo a ver. La serenidad y tranquilidad parecen impregnadas en las ramas de los árboles que se balancean suavemente acariciadas por el ir y venir del viento. La calma en la que se encuentra sumergido el lugar resulta pasmosa. Mis pensamientos ya comienzan a intuir lo que posteriormente confirmaría, y es que, ¿quién no querría vivir aquí? La serpenteante carretera me conduce hasta Posadas, un municipio serrano e imperturbable en el que el tiempo parece detenerse y cuyas terrazas repletas de vecinos disfrutando del desayuno anuncian la entrada de la primavera.
El ruido estridente de una vieja cancela de finca delata mi llegada. De pelo corto y cuidadosamente despeinado, barba rasurada —pintas que una no se atreve a cuestionar cuando se topa de bruces con un diseñador—, aspecto mundano y expresión pícara y noble, que emana un carisma natural, me recibe en su taller y a la vez hogar, Alejandro Gómez Palomo, diseñador y director creativo de Palomo Spain. El semblante serio y los aires de tipo chuleta que acostumbro a ver en photocalls se me desmonta nada más cruzar la primera mirada. Una sonrisa cómplice se deja entrever entre sus finos labios a la vez que crea la atmósfera perfecta para nuestra entrevista.
Poner un pie en la casa-taller de Alejandro significa adentrarse, casi sin quererlo, en un mundo en el que el tiempo se detiene por completo para dejarte fascinado con cada ápice de vida que conforma el lugar. Hay una atmósfera que rezuma aroma Palomo por doquier. Atravesamos el taller, donde casi una docena de personas confeccionan con mimo y esmero las prendas que dejan al mundo boquiabierto, siempre bajo la atenta mirada de Alejandro, quien revolotea por el lugar y se detiene con quien necesita de su presencia. Resulta casi imposible escaparse de aquí sin empaparse del ambiente familiar y artesanal que inunda la sala.
Subiendo las escaleras tropiezas con un fitting room casi improvisado, cuyas largas cortinas color mostaza llaman la atención de cualquier persona que entre en la estancia. Sofás de leopardo y cuero rojo, cuernos de ciervo en las paredes, espejos, flores y jarrones en cada esquina, mantones de manila y alfombras retro conforman el rompecabezas de estética andaluza, presidido por una enorme escalera de madera que conecta con la segunda planta. Con una pasmosa tranquilidad y seguridad en sí mismo, Alejandro se sienta en uno de los sillones a la espera de mi primera pregunta. Eso sí, siempre acompañado de Lucio, su fiel amigo canino, que se recuesta a su vera.
El diseñador Palomo Spain, junto a perro Lucio, en su casa-taller de Posadas, durante la entrevista / Anabel Gago Ariza.
Sus dedos desbordados por enormes anillos acompañan el jugueteo de sus manos durante toda la entrevista. Los puños desabrochados de su camisa cuelgan con cada aspaviento que Alejandro hace cuando gesticula. No cabe duda de que es expresivo a más no poder, ya sea con sus ojos casi desorbitados, sus dedos entrelazados unos con otros o sus cejas que se elevan hasta casi enredarse con su pelo.
Hijo de Norberto Gómez y Manoli Palomo, unos padres de pueblo, pero modernos, este joven diseñador maleno de tan solo 29 años, ha coronado la cumbre de la alta costura. Nueva York, Moscú y París, son algunas de las imponentes ciudades en las que Alejandro ha conseguido su más que merecido hueco en el mundo de la moda de alta costura. Rosalía, Miley Cyrus, Harry Styles y la mismísima Beyoncé acompañada de sus gemelos, han posado con sus prendas. Pero todo triunfo tiene detrás su historia.
Asegurándose un chico normal y feliz, Alejandro me permite recorrer con él los recuerdos de una infancia marcada por la libertad desde una temprana edad. Esa misma libertad de la que gozaba, le permitía ahondar en su imaginación creando conjuntos de ropa y disfraces con los que jugaba a ser quien quisiera ser. “He tenido unas ansias de libertad tremendas y siempre me he vestido como me ha dado la gana”, me confiesa.
He tenido unas ansias de libertad tremendas y siempre me he vestido como me ha dado la gana
Las críticas poco parecían amedrentarle, pues no conforme con vestir como le apetecía en cada momento, Alejandro recorría los pasillos de su colegio con su bucket naranja recién comprado en una tienda de señora del pueblo y no dudaba en gritar a los cuatro vientos su vocación. “En algún momento, siendo yo muy muy pequeño, mis padres me dijeron: tú vas a ser diseñador de moda. Recuerdo tenerlo muy claro e incluso decirlo en el colegio cuando me preguntaban”, añade.
Alejandro de pequeño, disfrazado. Imagen cedida por el diseñador
Mi entrevistado no deja de sorprenderme, pues días antes de nuestra cita llega a mis oídos que Alejandro dibujaba vestidos y conjuntos para las vecinas del pueblo en las servilletas del restaurante de su padre. Cuando le pregunto si en ese momento se imaginaba que ese sería su quehacer futuro, el cordobés suspira, realiza una breve pausa, y me aparta la mirada para dirigirla a una alfombra floral situada bajo nuestros pies. “Siempre he tenido mi vocación muy clara desde una edad muy temprana. Fue gracias a mis vecinas con las que me eduqué. Las madres cosían, las hijas tenían barbies y a mí me gustaba mucho la ropa. Tenía claro lo que quería”, me reconoce Alejandro.
Aunque en la adolescencia aún no había desarrollado el moderno que llevaba dentro, adoptó una forma de vestir más pijita, combinando casi toda la gama cromática del arcoíris en sus ropajes. No es hasta la adolescencia cuando una bomba de relojería detonaría arrasando con todo a su paso; Alejandro comienza a viajar fascinándose por todo lo que sus ojos alcanzan a ver. Experimentar con su vestimenta y comprar en tiendas de segunda mano se vuelve parte de su nueva realidad. “Se han reído de mi veinte mil veces, pero como tengo la cara tan dura, al final se han acabado acostumbrando, no les quedaba otra”, dice a estridentes carcajadas.
Con tan solo 14 años, viajó a Londres por primera vez. La explosión descontrolada de color, plumas y extravagancia en su máxima expresión desbordaba cada calle londinense que Alejandro caminaba. Claro que, un joven pueblerino no está acostumbrado a ello, por lo que la fascinación está más que justificada. “Ostin, ¡la moda aquí es loquísima, todo el mundo hace lo que quiere! Van 1.000 años por delante de nosotros”, recuerda haber pensado en aquel instante en el que sus ojos color chocolate no paraban quietos intentando no perder nada de vista.
Es el hombre lo que realmente me apasiona, me ilusiona, me divierte y donde creo que hay un campo totalmente nuevo por descubrir
Fue en ese preciso instante en el que Alejandro no titubeaba al afirmar que algún día volvería. Y lo hizo. Recién cumplidos los dieciocho y con casi un ultimátum por parte de sus padres a sus espaldas, Alejandro regresa a la ciudad en la que reafirmó su vocación años atrás. Es en esta capital inglesa donde el joven termina entendiendo cuál era su estilo a la hora de diseñar, cuál iba a ser su aportación al mundo de la moda y qué quería hacer con Palomo Spain—su marca— que vio la luz por primera vez como trabajo de fin de grado. No sin antes pasar algún que otro mes de camarero hasta finalmente matricularse en el London College of Fashion para estudiar diseño de moda masculina. Como quien abre las puertas del paraíso, Alejandro encontró en la moda masculina su vocación pues “es el hombre lo que realmente me apasiona, me ilusiona, me divierte y donde creo que hay un campo totalmente nuevo por descubrir”. Dispuesto a “desencasillar” al hombre de las ataduras de lo heretonormativo, el recién iniciado diseñador se disponía a comenzar sus andaduras por el camino más importante de su vida.
Le pregunto si es en Londres donde comienza a ver la masculinidad desde otra perspectiva, a lo que me responde, “¡Absolutamente!”, sin el más mínimo rastro de indecisión. Aunque Alejandro ya había afrontado su masculinidad desde otro punto de vista cuando era adolescente y compraba ropa de segunda mano o buscaba trapos dentro de un cubo de ropa sucia con la única intención de ponerse lo que le quedara bien sin diferenciar entre ropa masculina o femenina. Es en esta ciudad donde el cambio de perspectiva no solo se convierte en una realidad sino en una necesidad. “Allí todo el mundo se viste de una forma más intuitiva, con lo que necesitan, y es ahí donde te das cuenta de que son libres a la hora de vestirse y llevan la moda en el ADN”, asegura.
En Londres todo el mundo se viste de una forma más intuitiva, con lo que necesitan, llevan la moda en el ADN
Gracias a sus observaciones de los chicos modernos del Este de Londres, Alejandro comienza a entender que lo que él quería hacer es dar una oportunidad a esos chicos que se quieren vestir de una forma más libre, diferente y divertida. “En cuanto pisas Londres notas unas ganas de liberación total y de formar parte de ese movimiento tan energético y divertido”, dice mientras conforma una especie de montaña rusa con sus dedos.
El diseñador Palomo Spain posa en la puerta de su taller de Posadas / Anabel Gago Ariza
Inspirado en la androginia de los años setenta capitaneada por los Rolling Stones, Mick Jagger y David Bowie, Palomo Spain surge como una vuelta a las raíces, enriquecido y empapado con todo lo aprendido en Londres. Parece que los astros se alinearon y conformaron el momento perfecto para rescatar y reinterpretar esas tendencias de hace cincuenta años en una sociedad como la de ahora; más abierta, más preparada y mucho más libre en todos los sentidos. La mezcla perfecta entre España y Londres da lugar a la confección de bordados de mantón de manila en abrigos y ropajes de guipur con flecos que retratan al hombre de forma sofisticada y detallada, con cortes que no eran masculinos. Este mundo de posibilidades es el que Alejandro estaba dispuesto a explorar. Sin dudas. Sin titubeos. Con trabajo, ilusión y ambición.
Sus padres, advertidos del talento de su hijo, no dudaron en apoyarlo y acompañarlo en el camino… ¡incluso encargándose del catering de mi primer desfile!, recuerda Alejandro entre risas. De hecho, fue este primer desfile en el que Palomo Spain ni siquiera era parte del calendario oficial de la Fashion Week de Madrid. Este, se desarrolló en un piso precioso, enorme, y prestado. La colección llamada Orlando fue la primera puerta de apertura al mundo, y Alejandro lo recuerda como uno de los días más importantes y emocionantes de su vida sin convencerse a sí mismo de que era capaz de crear algo tan espectacular. Una colección fresca, recién salida de la universidad que, al contrario que el agua y el aceite, se consiguió entrelazar a la perfección con el regreso a su pueblo y las manos de María Luisa, la costurera de toda la vida que a día de hoy le sigue acompañando. “Montamos un desfile precioso, con el que nos sentíamos muy a gusto. Tenía el apoyo de mis amigos; unos modelando, otros ayudándome a montar el desfile, mis padres montando el catering… ese día se creó una energía tremenda y todo el mundo salió de allí diciendo: aquí hay algo, aquí va a pasar algo seguro”, cuenta Alejandro con ojos vidriosos.
En mi primer desfile tenía el apoyo de mis amigos; unos modelando, otros ayudándome a montar el desfile, mis padres montando el catering… Todo el mundo salió de allí diciendo: aquí hay algo, aquí va a pasar algo seguro
Y pasó. A los nueve meses de presentar su primera colección en tierras madrileñas, Nueva York aguardaba al otro lado del teléfono. Era el momento de cruzar el charco y derrochar talento por doquier. Open Ceremony y Vogue eran las piezas clave que lanzarían la carrera de Alejandro hasta la estratosfera. Con despegue en Posadas y aterrizaje en la gran manzana, pero siempre acompañado por su familia y amigos. 24 años tenía. Esto era algo casi inaudito. El mundo de la alta costura apostaba por él y Palomo Spain no defraudó.
Sus colecciones fueron recibidas con cariño y expectación “y eso es una suerte porque sabes que has hecho algo flipante para el momento y que la gente está de alguna forma preparada o, al menos, se sorprende por lo que va a venir”. Aun así, como en todo, están los detractores que ven en este nuevo concepto… ¿una amenaza a lo normativo, quizá? Me cuesta comprender que aún vivamos rodeados de personas que se escandalizan; no hay más que darse un paseo por el Museo del Prado o National Gallery para toparse de bruces con hombres con plumas, bordados, sedas, encajes y tacones. “En su momento, tuvo lugar una gran renuncia y se optó por el traje de tres piezas. Ahora podemos decidir a qué renunciamos y a qué no”, sentencia Alejandro.
No hay más que darse un paseo por el Museo del Prado o National Gallery para toparse de bruces con hombres con plumas, bordados, sedas, encajes y tacones
“Cuando la mujer juega con su parte femenina se considera sexy y atractivo, tiene connotaciones positivas. Por su parte, cuando el hombre juega con su lado femenino se considera una mariconada, una pérdida de virilidad o masculinidad y es ahí donde está el problema”, explica el diseñador. Aun así, Alejandro no pierde la esperanza, pues cada vez más chicos heteronormativos se dan cuenta de que hay una parte muy divertida de su lado femenino que pueden explotar y exprimir, y eso también forma parte de su sexualidad y sensualidad. “El hombre juega y no se ofende de hacerlo con su parte más femenina. Se está abriendo el camino para una belleza mucho más sensible, inocente, andrógina y angelical”, refuerza.
Se está abriendo el camino para una belleza mucho más sensible, inocente, andrógina y angelical
Ejemplo de ello es Harry Styles, quien apostando por un traje Palomo, ha dejado de ser el tipo guaperas de pantalones ceñidos y flequillo al viento perseguido por una masa ingente de chicas al borde de la taquicardia, y ha roto con todos los iconos de chico masculino cerrado, acaudillando la liberación del hombre y de la masculinidad. Sin casi quererlo da lugar a esa dualidad que dispone ante tus ojos mil millones de posibilidades y que permite que chicos jóvenes crezcan normalizando este discurso tan necesario. Y al que no le guste, “pa´ gusto´, colore´”.
Convencido de que las nuevas generaciones están cada vez más liberadas de prejuicios, creciendo de forma más libre sin plantearse qué es lo que tienen que hacer según las normas establecidas y normalizando su libre elección, Alejandro cree que gracias a la visibilidad que está recibiendo este concepto, uno “crece sabiendo que hay un mundo de mil posibilidades a la hora de vestirse y de ser quien quiera ser”, dice mientras Lucio interrumpe recostando su cabeza en sus rodillas.
Hay un mundo de mil posibilidades a la hora de vestirse y de ser quien quiera ser
Algunos medios han catalogado sus colecciones con la etiqueta de género fluido. “Fluir con el género es dejarte llevar, dejarte sentir y jugar con tu masculinidad y feminidad según tu antojo. Es jugar con esa ambigüedad y fluir entre lo masculino y femenino”, explica Alejandro mientras alza la mirada y gesticula levemente con sus manos intentando recrear el movimiento del viento. Es indudable que la ropa Palomo ha ayudado a que chicos que no se sentían ni de un género ni de otro, se puedan sentir identificados con la marca y liberados a la hora de hacer lo que les dé la gana. El universo Palomo irradia libertad a raudales; es su insignia, su bandera, y como tal, está impregnada en su ADN. “Lo más bonito de todo esto es que un día nos venga una madre en una cafetería de Madrid que nos diga que su hijo de 5 años por fin es feliz gracias a conocerte a ti y descubrir que hay un universo donde él encaja”, cuenta Alejandro al borde de la emoción.
Fluir con el género es dejarte llevar, dejarte sentir y jugar con tu masculinidad y feminidad según tu antojo
Derribando cada barrera de inseguridad, del qué dirán, de vergüenza y apuro como si de un efecto dominó se tratase, en el que pieza por pieza cae sobre el tablero de juego, Alejandro augura un futuro en el que se convierta en realidad la liberación total del hombre a la hora de arriesgar, vestirse y expresarse. Un hombre que se deshaga de esas cadenas que aún le atan a la sociedad heteronormativa donde los miedos e inseguridades invaden su pensamiento. “No te digo que todos los hombres vayan a ir con encajes, bordados y vestidos, pero sí que cada vez habrá un abanico más amplio de posibilidades para vestirse; y esto será muy divertido.”, recalca.
Si bien artistas de la talla de Miley Cyrus y Rosalía han vestido sus piezas, Alejandro ha contribuido a normalizar este discurso a través de la pequeña pantalla y, nada más ni nada menos, que en una cadena pública. Quién lo diría. “Cuando salgo en televisión me parece importante que ese público, que quizá está en un pueblo remoto de España, se enfrente cada lunes a un chico como yo, que va así vestido, para que analicen y quizá se den cuenta de que pueden ser afines a alguien sin tener en cuenta prejuicios, y esto genera un efecto muy positivo”, sentencia. Quizá estemos a años luz de que algún político o figura pública se atreva a jugar con su masculinidad sin ridiculizar el discurso, pero oye, no estaría mal imaginárnoslo en los confines de nuestro pensamiento.
Resulta incuestionable que la marca Palomo contiene un discurso social y ético. “Al final lo que transciende, más allá de la ropa, es ese discurso social y ético, y ha sido lo que ha dado lugar a una comunidad de gente que se siente cómoda ahí. Mas allá de eso, nunca fue algo intencionado. Nunca me he sentido reivindicativo. Lo que sí he querido transmitir siempre es un mensaje de absoluta libertad que va mucho conmigo y que se relaciona con las ansias que he tenido desde pequeño”, confiesa.
Nunca me he sentido reivindicativo. Sí he querido transmitir un mensaje de absoluta libertad
Algo que Alejandro sí ha reivindicado mucho es la marca España, y por qué no, si se me permite, la marca Posadas. “Nunca pensé que acabaría trabajando aquí. Cuando me fui a Londres lo hice huyendo del pueblo, pero cuando sales fuera te das cuenta de lo afortunado que eres, de la vida tan bonita que tienes y de lo bonito que es el paisaje cuando miras por la ventana. Por casualidades de la vida o del destino acabé aquí. Vi que podía volver a vivir de una forma más relajada, disfrutando de mi familia y de mis amigos, que todo sería más fácil; sin metro, sin estrés y sabiendo que podía empezar un proyecto propio sin un jefe que me “echara bolsas de ropa encima”, y dije voy a intentarlo”. Posadas era el lugar perfecto. Se puede decir más alto, pero no más claro.
El diseñador Palomo Spain en su casa-taller de Posadas, durante la entrevista / Anabel Gago Ariza.
Parte de la magia, veracidad y calidad de Palomo Spain reside en el pueblo y las personas que trabajan en el taller confeccionando con absoluta pasión, técnica perfeccionista, estudio del patrón, cariño y detalle en cada prenda. No estamos hablando de dos trozos de tela mal cosidos, sino de un trabajo artesano que transciende más allá de la ropa. La esencia que desprende Palomo bebe de lo que ocurre en el taller cada día, entremezclado con su pasión. Además, no duda en llevar una vida pasmosamente mundana. “Vivo en la parte de arriba del taller, me levanto y desayuno con el equipo, voy a la frutería, saco a pasear a Lucio y voy a comerme unos caracoles con mis padres. Como todo el mundo. Me encanta no perder el norte. Aquí tengo los pies en la tierra y me gusta que la gente “de toda la vida” me siga tratando como siempre. Tengo tiempo para pensar y recrearme. Estoy en un sitio inspirador y bonito, con historia y luz”, afirma Alejandro. Está claro que esta paz e inspiración resultaría complicado encontrarla en otros confines de la Tierra.
Estoy muy agradecido al pueblo por la apertura mental que ha tenido
Posadas se ha convertido en un pequeño pueblo cosmopolita con casi empadronados finlandeses, franceses, austriacos y holandeses que se mimetizan de forma natural con los vecinos del pueblo. “La convivencia ha sido preciosa; para ellos es una experiencia única hacer sus prácticas de moda en un sitio así y para nosotros también porque nos enriquecen mucho. Estoy muy agradecido al pueblo por la apertura mental que ha tenido, por hacer la convivencia fácil”, asegura Alejandro con ese desparpajo que le caracteriza. Cada persona que llega al taller tiene la oportunidad de aportar su granito de arena y de ser parte del proceso creativo. Sin duda, debe resultar cuanto menos enriquecedor que personas de diversas partes del mundo interpreten tu trabajo.
Azulejo Palomo Spain en la casa taller del diseñador / Anabel Gago Ariza
Cuando le pregunto si en algún momento de su vida se había imaginado llegar a donde está hoy en día, el salón en el que nos encontramos se inunda de un profundo silencio acompañado de un: “eeeeee”, que lo interrumpe de sopetón. “Pues no lo sé”, me confiesa, a lo que añade: “Hasta el momento había sentido que esto es una cosa que tenía que pasar; es increíble experimentar algo así. He llegado alto y encima lo estoy haciendo bien”.
Alejandro había nacido para esto. Su camino era este. Ha llegado hasta lo más alto de la alta costura, situando a su pueblo, Posadas, en el mapa y desfilando en Fashion Weeks tan imponentes como la de Nueva York, Moscú, Madrid o París. Es indudable que este joven cordobés sabe transmitir su esencia a leguas. Uno no es capaz de escaparse de su vera sin empaparse de su pasión. Es visionario, revolucionario y ambicioso, pero también es un joven con los pies en la tierra, al que las horas en el taller no le pesan y cuya vida tranquila en su pueblo natal le aporta la inspiración necesaria para confeccionar las prendas que dejan al mundo boquiabierto.
Si alguna certeza me llevo de este encuentro que no quería tener que despedir, es que Alejandro Gómez, profesionalmente conocido como Palomo Spain, no deja ni un resquicio a la duda; ha nacido para esto, y como tal, seguirá asombrando a quien pisa el mismo suelo que nosotros, e inspirando a generaciones futuras para que se diviertan jugando con su masculinidad y feminidad, siempre arropado por su familia y amigos y con esos ojos color chocolate que le caracterizan puestos en la próxima colección. Nos queda Alejandro para rato, y es que como él mismo afirma: “creo que aún tengo que llegar más lejos, soy un tío muy ambicioso”.