Desde los 9 años fusionó las piernas dentro de una piragua, en un campamento de verano. Su hermano, también deportista, la incitó, pero fue gracias a su perseverancia y sacrificio que consiguió alcanzar las marcas. Su vocación la llevó a Sevilla a estudiar y el Guadalquivir le acabó dando lo mejor de su vida. Remando a contracorriente contra los estereotipos y la distancia, se mantiene más unida que nunca a su familia y cada vez más cerca de un sueño.
Desde la infancia, el deporte está presente en su vida gracias al influjo familiar. Estefanía empezó a practicarlo en un curso de verano, donde coincidió con unas compañeras del colegio y confiesa que esa unión fue lo que le hizo continuar. Con la mayoría de edad, la joven extremeña se muda a Sevilla para estudiar Psicología y se adentra en el mundo de la élite deportiva. “Solicité entrenar con la Selección Española de Externas, y luego cuando di las marcas entré de Internas”. Desde entonces, el piragüismo dejó de ser un mero pasatiempo para convertirse en su razón de ser. “Empezó a formar parte de mi vida, a ser mi prioridad, y sobre todo empecé a luchar como cualquier deportista”.
La vida le cambia radicalmente, hasta el punto de no poder salir a comer por las dietas estrictas. “Al final este estilo de vida, estos hábitos… cuesta encajar en el entorno social”. La vida de Estefanía no entiende de festivos ni vacaciones, como un trabajo a jornada completa de lunes a domingo. Y reconoce que su vida social también se resiente: “trasnochar y al día siguiente tenerte que levantar a las 6 de la mañana es incompatible”. Confiesa que es difícil seguir esa vida social que tienen los estudiantes y mantener la relación con su grupo de amigas los fines de semana.
En su incansable búsqueda por la excelencia enfrenta grandes sacrificios; lejos de su Mérida natal, la vida familiar y la cotidianeidad de casa, los momentos memorables se van desvaneciendo. Se perdió el nacimiento de la niña de su hermano, la comunión de sus primos, alguna que otra boda… Son renuncias que, como bien afirma, “No se vuelven a vivir”. Admite que, si lo pone en una balanza, el esfuerzo le compensa. Y cuando le preguntan que de dónde saca las ganas para seguir todos los días, para no fallar nunca en ningún entrenamiento, su respuesta siempre es la misma: “Hago lo que realmente me hace feliz, entonces para mí merece la pena”. Según me cuenta, el amor por su disciplina, la fijación de metas y la búsqueda del éxito son los pilares que le hacen mantenerse tan arriba.
Hago lo que realmente me hace feliz, entonces para mí merece la pena
Hablando con ella, y por si todavía me quedaba alguna duda, está claro que a la atleta no le falta ni un atisbo de determinación. “Es una de las cosas que siempre me ha caracterizado el no rendirme y el luchar hasta conseguirlo”. Estefanía encuentra la autorrealización personal en la pasión por su deporte. Me confiesa cómo se siente cada día al cumplir con su entrenamiento, con todas esas metas que se propone nada más levantarse, y dice: “me voy a la cama muy satisfecha y muy feliz”.
El sacrificar tanto y el tenerlo que demostrar en un día y a la hora exacta…se necesitan herramientas muy importantes para afrontarlo
“Me encanta mi cuerpo, todo lo que trabajo y cómo lo he desarrollado”. La deportista luce orgullosa el cuerpo que construye día a día. Aunque reconoce que el tener un cuerpo no normativo al de la mayoría de las mujeres siempre le hace recibir muchas críticas y juicios de valor. Por ello, considera fundamental saber gestionarlo y más en una época donde la salud mental adquiere cada día más protagonismo. La atleta reconoce que ellas la trabajan al igual que el entrenamiento físico; y sin eso, dice, probablemente nadie sería capaz de soportar tanta presión. “El sacrificar tanto y el tenerlo que demostrar en un día y a la hora exacta…se necesitan herramientas muy importantes para afrontarlo”. La psicología no solo es su campo de estudio, sino también su refugio y herramienta vital; confiesa que no solo le ha ayudado a afrontar fracasos y victorias en su deporte, sino cualquier tipo de revés que ha experimentado en la vida. Y “todo el esfuerzo ha valido la pena”, me cuenta emocionada. Porque, ya es oficial, la extremeña participará en los próximos Juegos Olímpicos en la capital francesa. La materialización de un sueño, en el que ha trabajado y por el que sigue trabajando duro ahora más que nunca. La piragüista está “Disfrutando mucho y a la vez sufriendo entrenando mucho” aunque admite que le gusta ese sufrimiento.
Empiezo a pensar en qué le hace seguir, si todo lo que me que cuenta son penas; empiezo a preguntarme cuál es su motor, si a mí se me quitan las ganas hasta de ir al gimnasio. Es en esto cuando improviso y me arriesgo a preguntarle por su familia, antes de acabar la frase ya veo luz en sus ojos; es ahí cuando doy con la tecla. Como no podría ser de otra manera, el amor, es una vez más el marcapasos del éxito en cualquier cosa. El amor por el deporte, por un trabajo, por una carrera, amor por los que nos rodean, y ¿por qué no? Por una misma, por superarse día a día. En el caso de Estefanía es un poco de todo, pero si le pregunto señala, orgullosa, un claro ganador. “Mi pareja, mis padres, mi hermano, si tengo que cenar a las 8 de la tarde cenan conmigo”. Ella, confía ciegamente, a pesar de las complicaciones, en la gente cercana que la quiere. Y reconoce con orgullo: “Su apoyo para mí es fundamental para seguir, haber seguido y actualmente llegar donde estoy ahora mismo”.
La familia. Su apoyo para mí es fundamental para seguir, haber seguido y actualmente llegar donde estoy ahora mismo
Me habla sobre su apoyo incondicional. “Siempre que he competido fuera mi familia se ha reunido en Mérida y han visto la retransmisión a la vez. La verdad es que sentí ese apoyo, como si lo tuviese cerca”. Reconoce que es un plus más poder vivir y disfrutar con ellos cada competición, independientemente de la distancia. En cada tramo del camino hacia su sueño, el respaldo de sus seres queridos no le ha faltado nunca. Rebosa de amor cuando habla de ellos y dice, les estará agradecida de por vida. “Al final también ellos forman parte de todo lo que he conseguido”.
Además de su familia, su propia perseverancia la ha llevado hasta donde está hoy y se lo agradece. Porque ese amor es lo que le mueve, incluyendo el que se tiene a sí misma. No puedo evitar emocionarme cuando le pido que le envíe un mensaje a aquella Estefanía, la del campamento, la de 9 años. “Si queremos algo, luchemos hasta conseguirlo, porque es la mayor satisfacción que se puede tener en la vida”. Y con esta frase me deja sin palabras, a mí, que nunca me callo.