En los gimnasios de hoy en día, cada vez es más habitual encontrarnos con casos en los que la gran mayoría de servicios (por no decir todos) se han digitalizado de cara a la atención al cliente y a su experiencia como usuario.
Desde siempre, los gimnasios se han caracterizado por albergar grandes áreas en las que la gente puede elegir diferentes maneras de entrenar: mediante máquinas para trabajar el ritmo cardiovascular y máquinas que sirven para trabajar los músculos. Pero también hay dos salas diferenciadas: una que está vacía y es amplia (para practicar actividades variadas con un grupo) y otra que está llena de bicicletas estáticas (en la que se desarrollan clases de cycling de forma colectiva).
¿Dónde radica la polémica actual? Pues en que las clases colectivas ya incorporan la opción de que las imparta un monitor virtual sin la necesidad de que esté una persona física dando la clase. Esto podría suponer una nueva evidencia de que el trabajo que realizan las personas puede ser sustituído por el de una máquina, opción que resulta más barata y productiva.
Auxi Rodríguez, la recepcionista de un conocido gimnasio de Sevilla, declara que “una máquina nunca puede sustituir el trabajo humano, y obviamente en un gimnasio menos”. Para apoyar su tesis, alega que “no es lo mismo hacer una clase presencial que una virtual. Un monitor te da una caña, una técnica y una magia durante toda la clase que una máquina, al menos hasta el día de hoy, no está capacitada para dar”.
En una encuesta realizada en exclusiva para Milla Cero en la que ha participado un total de 46 personas, se ha podido comprobar lo que piensan los clientes de las instalaciones deportivas al respecto. Para empezar, cabe destacar que en esta encuesta la mayoría de personas que han participado son mujeres (concretamente un 65,2%), en detrimento del 34,8 % que suponen los varones. Además, un 65,2% de la gente encuestada tiene entre 18 y 29 años.
Esta consulta ha revelado que, del 54,3% de los encuestados que sí que practican actividad física en un gimnasio, un poco más de la mitad de ellos se decanta por asistir a clases dirigidas en vez de entrenar en la sala de fitness. La actividad que más éxito tiene es la clase de cycling, seguida del ‘Zumba’, el ‘Body Pump’ y el ‘Yoga’. De estas personas, todas afirman que acuden con mayor asiduidad a una clase si hay un profesor físico (aunque muy pocas niegan que puntualmente han acudido a clases virtuales).
Al ser preguntados sobre si creen que las clases virtuales están invadiendo las instalaciones, del total de la muestra (las 46 personas iniciales), el 52,3% cree que sí, el 27,3% cree que no y el 20,5% restante no sabe o no contesta.
Al respecto, Auxi Rodríguez insiste: “las clases virtuales están como un complemento. Es evidente que en las horas punta tiene que haber clase presencial, pero es cierto que con un equipo de 10 personas es complicado que todas las clases queden cubiertas. Por eso, y más en un gimnasio que abre los fines de semana, lo que se pretende es que siempre haya una opción de clase. Aquí en concreto las virtuales no tienen mucho éxito, la gente solo viene si tiene que venir porque no le queda otra y no hay más oferta en ese momento, pero normalmente las presenciales se llenan”.
Además, Rodríguez se ‘moja’: “indiscutiblemente, a mi me gustan más las clases en las que hay un monitor supervisando, ya que la técnica que él o ella te pueda enseñar no te la puede enseñar un señor que está en la pantalla dando instrucciones. Además, lo más bonito es hacer la clase todos juntos y ver cómo el instructor lo pasa mal con todo el equipo cuando la sesión es más intensa, pero a fin de cuentas es mucho más divertido”.
En resumen: las máquinas serán muy modernas y muy listas, pero como lo pueda hacer un ser humano, que se quite todo lo demás.