La revolución digital es completa. Tanto es así que hasta ha llegado a afectar a la educación. Desde hace muchos años, las dinámicas que se siguen en las clases de los colegios son muy simples: se trata de seguir al libro de texto de cada asignatura. Estos libros son muy prácticos a nivel formativo, ya que ofrecen explicaciones teórico-prácticas del temario que se va a tratar en clase y se proponen ejercicios adaptados al nivel del curso.
Pero este método, por suerte o por desgracia, ha ido perdiendo fuerza en los últimos años gracias a la entrada en las aulas de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (comúnmente apodadas ‘TIC’). Tanto para los padres como para los propios docentes, este hito puede ser un arma de doble filo. Más adelante explicaremos por qué.
El primer cambio radical que supuso la introducción de estas TIC fue cuando se decidió meter pizarras digitales en todas las clases de los colegios e institutos. Este nuevo invento fue bastante útil para los profesores, permitiéndoles realizar una mejora en sus explicaciones. No mucho tiempo después, se decidió que en todas las clases tendría que haber un carrito con ordenadores portátiles para todos los chavales (únicamente para su uso dentro del aula).
Unos años más tarde, ya hay colegios que han optado por dejar de utilizar libros de texto a cambio de que los chicos dispongan de una tablet de uso personal como herramienta de aprendizaje básico. Esto, como comentábamos antes puede ser un arma de doble filo y trae de cabeza a muchas familias.
Por una parte, los padres agradecen que se digitalice todo el proceso, ya que así se evitan el gasto anual que muchos no pueden permitirse con la compra de los libros nuevos a principio de curso. De este modo, la única inversión en la que hay que hacer un esfuerzo económico es la de comprar la tableta inteligente.
Por otra parte, las tablets suponen que los padres tengan que estar muy pendientes del uso que hagan de ella. Ya que estos aparatos no se usan solo en el colegio, si hacemos cuentas, los alumnos pasan muchas horas pegados a ellos. Los pequeños, normalmente, defienden que la necesitan para estudiar, pero hay muchos casos en los que no es así y se dedican también a jugar y a chatear.
Según algunos profesores, las tabletas, bien utilizadas, pueden llegar a ser unas grandes herramientas de aprendizaje, pero puntualizan que desde casa debería hacerse un seguimiento muy de cerca. Además, están convencidos de que gracias a los recursos educativos que se incluyen en el temario contenido en estos dispositivos, se intensifica mucho el interés por el aprendizaje.
Yolanda Frau, madre de una de las alumnas que trabaja con tablet en el colegio, apunta que “esto se gestiona con el paso del tiempo. Al principio es algo nuevo y ni siquiera nosotros sabemos cómo funciona el sistema, pero poco a poco se le va cogiendo el truco”. Además, lo encuentra un punto a favor en cuanto al aprendizaje, pues “ahora muchas entregas se hacen mediante 'Google Classroom' (una especie de aula virtual donde los alumnos suben las tareas que les encargan y consultan los apuntes). Nos parece que fomenta la responsabilidad ya que si, por ejemplo, hay que entregar un trabajo a las 23.55 horas, tiene que estar como muy tarde a esa hora; si no llega, ya no lo puede entregar de ningún otro modo, o sea que al final se acaba aprendiendo”.
Las nuevas tecnologías pueden ser unas grandes aliadas, bien usadas, pero también enemigas si no se hace buen uso de ellas. Por ello, tanto padres como docentes están de acuerdo en una cosa: que los usuarios sean responsables.