Estados Unidos está considerado el noveno país más rico del mundo, según el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, existen profundas desigualdades que aumentan día a día. Según un informe de la Reserva Federal, basado en los datos del año 2016, el 1% de las familias más ricas controla el 38,6% de la riqueza de todo el país. Esto provoca que el 90% de las familias más pobres tenga únicamente el 22,8% de la riqueza, porcentaje que ha ido descendiendo con el paso de los años.
En el siguiente mapa se presenta la distribución de la riqueza en Estados Unidos basándose en el Producto Interior Bruto (PIB) de cada Estado. Está ligado a la renta per cápita que reciben los habitantes del país y mide el valor del mercado dependiendo de los bienes y servicios producidos.
La brecha económica que existe entre las distintas clases sociales tiene consecuencias sociales importantes ya que el aumento del empoderamiento de los ricos hace que los pobres cada vez vivan peor. Según fuentes de Europapress, la ONU ha asegurado que la pobreza extrema ha empeorado con la llegada de Trump al poder.
Las políticas de la Administración de Trump, que recortan los programas de bienestar y de atención médica, están provocando que la disparidad social del país comience a ser preocupante debido al aumento de las tasas de pobreza.
Destacando algunos datos extraídos de la BBC, entendemos los sectores que se ven afectados por dicha situación. Las familias afroamericanas pobres son el doble que las familias blancas y el 19% de estas se encuentran en situación de pobreza; hay más mujeres pobres que hombres (aproximadamente un 3% más); los estados del sureste y suroeste son los que tienen mayor índice de pobreza.
A continuación se expone un gráfico comparando el PIB per cápita de las diez ciudades más pobres y las más ricas de EEUU.
Las situaciones de pobreza que viven los habitantes de EEUU tienen como consecuencia la reducción de la esperanza de vida. Por ejemplo, los residentes de San Francisco tienen una esperanza de vida estimada de 82 años, mientras que en Detroit es de 75. Ante esta realidad, los altos cargos del Gobierno deberían plantearse una distribución de la riqueza y de las oportunidades de vida más efectiva, que consiguiese reducir las tasas de pobreza a las que se enfrenta el país y que repercuten negativamente al bienestar de la sociedad.