La imagen de la llegada de los talibanes al poder ha dado la vuelta al mundo. Su rápido ascenso ha sido acogido con gran sorpresa por la sociedad internacional.
Pero, ¿Cómo hemos llegado a esta situación?
Durante la Guerra Fría, la República Islámica de Afganistán fue ocupada por la Unión Soviética (1979), convirtiéndola así en escenario de guerra internacional en donde la URSS fue finalmente expulsada diez años después por apoyar al Gobierno afgano y promover el comunismo. Para ello, el Gobierno de Estados Unidos se sirvió de la ayuda de las milicias talibanas aunque tras el 11-S y su protección a Al Qaeda, se emprendió una acción militar liderada por la OTAN declarando la guerra al terrorismo.
Fundado a principio de los noventa, se alían con Estados Unidos para expulsar a los soviéticos, consiguiendo tomar la capital en 1996 y declarando de esta manera el Emirato Islámico de Afganistán. Tras el atentado del 11-S y la negativa talibán de entregar a Bin Laden, las tropas estadounidenses decidieron invadir la región para derrocar al Emirato y obligar a los grupos talibanes a refugiarse en países vecinos. Veinte años después, estos han sido capaces de hacerse de nuevo con el poder aprovechando la salida de las tropas americanas y la propia desintegración del ejército afgano.
Finalmente, la desintegración del ejército afgano. Esta se debió a tres puntos clave: la mayor preparación de los grupos talibanes, la dependencia y corrupción del ejército afgano junto con la falta de suministros y, el impacto psicológico.
De esta forma, el nuevo gobierno creado por los talibanes ha entrado de nuevo en el sistema internacional (y en la agenda de los medios de comunicación) generando controversia a nivel político, social y económico por las medidas que propone.