Desde la UNESCO se denuncian estas diferencias fruto de los estereotipos discriminatorios, que según palabras de Irina Bokava (Directora general de la UNESCO), “han impedido el acceso en pie de igualdad de mujeres y niñas a la educación en los ámbitos de ciencia”. Pero siguen estando presentes; tanto que en el Informe acerca de mujeres investigadoras realizado en 2018 por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) se revela que existe una asimetría evidente entre las carreras profesionales de hombres y mujeres.
Fuente CSIC
Cuanto mayor es el cargo menor es la presencia femenina. El índice de techo de cristal, que sirve para desvelar si existe o no desigualdad, está presente entre el personal científico del CSIC, aunque año tras año va disminuyendo.
Toda cifra que supera el 1 indica que existe desigualdad. Fuente CSIC
Más allá de la dificultad a la hora de acceder a altos cargos científicos, a lo largo de la historia muchas mujeres quedaron en los márgenes de la ciencia, sin reconocimiento por sus aportaciones científicas a la sombra de los hombres. Privando así, o reduciendo, las figuras científicas en el imaginario de las personas, en especial de las niñas, que no tienen a su alcance un ídolo femenino al que seguir. Ejemplo de ello es que tan solo cinco mujeres a lo largo de la historia han recibido un Premio Nobel de Física o Química.
Además de la ausencia de ídolos femeninos, existen estereotipos acerca de las mujeres y la ciencia en los que se generaliza que a las chicas se les da peor esta materia. Este sesgo que se desarrolla socialmente y afecta tanto a las mujeres como a los propios empleadores, que, a fin de cuentas, son los que contratan, seleccionan al personal científico y colaboran en el mantenimiento de los techos de cristal.
La sociedad está haciendo conciencia. Muestra de ello es que en eventos de divulgación científica como es Naukas existen espacios de denuncia ante las desigualdades entre hombres y mujeres, con intervenciones como las de Beatriz Sevilla, que denuncian la situación de la mujer en la ciencia. Ella misma dice que el primer paso para conseguir un cambio es ser consciente de la situación y, partiendo de ahí, generarlo.
Se ha conseguido superar en CSIC el mínimo óptimo de profesoras de investigación acordado en la Estrategia de Lisboa para la Unión Europea en 2010 (un 25% frente a un 75% masculino). La mujer, poco a poco, va formando parte de los círculos científicos, y quizá, cuándo se alcance un alto grado de con-ciencia se consiga la paridad.