La Nao Victoria, a todos nos sonará ese nombre, fue protagonista de miles de historias, hazañas y sin ir más lejos, fue el primer navío que dio la vuelta al mundo y sobrevivió para contarlo.
Pasados tres años y veinte días, un gran navío para aquel entonces, apareció por Sanlúcar de Barrameda tripulado por Juan Sebastián Elcano y 18 hombres más, continuaron la navegación por el canal del Rio Guadalquivir, hasta llegar a el lugar donde comenzó su expedición tres años atrás, el Puerto de Cuba en Sevilla.
Los habitantes de aquella modesta ciudad se sorprendieron al ver aparecer el navío, ya que, como se mencionó anteriormente, tras 3 años y 20 días daban la flota por perdida.
“El martes saltamos todos a tierra, en camisa y descalzos, con un cirio en la mano, y fuimos a la iglesia de nuestra Señora de la Victoria y a la de Santa María de la antigua, como lo habíamos prometido en los momentos de angustia” Antonio Pigafetta.
Amparados por aplausos y ovaciones, los supervivientes del navío engrandecidos con aquel recibimiento fueron derechos a visitar a quien les acompañó durante su trayectoria y por quien sentían una intensa devoción, la Virgen de la Victoria.
Antes de partir al viaje celebraron una misa para encomendarse a la virgen, este ritual se repitió tras el regreso, pero esta vez en agradecimiento por el retorno del 9 de septiembre de 1522.
Normalmente la historia acaba tras el regreso a Sevilla, todos imaginamos que después del agotador viaje, los tripulantes tuvieron una vida de paz y gozo, pero realmente la aventura no acabó aquí.
Nuevos sueños, nuevos retos.
Durante el siglo XV en España, nos encontrábamos al frente de la monarquía al Rey Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico o también conocido como El César.
Carlos I heredero de Castilla, Navarra, las Indias, Nápoles, Sicilia y Aragón quiso engrandecer el territorio español y por ello, tras el regreso y triunfo de la Nao Victoria decidió formar una nueva flota con el objetivo de conquistar las Islas Molucas o también conocidas como las Islas de las Especias, con el motivo de lograr adquirir especias como pimienta, canela, nuez moscada y clavo, ya que visionaba un gran negocio de exportación por Europa y hacer competencia al oligopolio que había en aquel entonces por parte de Italia y Portugal.
Se llevaron a cabo numerosas reuniones sin éxito por parte del Reino español y Portugal para discutir sobre la propiedad de las Islas Molucas. Viendo el continuo fracaso de estas juntas, y tras 14 meses de preparación, el 5 de abril de 1525 el monarca nombró a fray García Jofre de capitán general de armada, capitán general y gobernador de las Islas Molucas.
Nombramiento de Carlos I a fray García Jofre de Loaisa:
“Por ende acatando la persona y experiencia de vos Frey García de Loaisa, Comendador de la orden de S. Juan, que sois tal persona que guardareis nuestro servicio, e que bien y fielmente entenderéis en lo que por Nos vos fuere mandado y encomendado, es nuestra merced y voluntad de vos nombrar, y por la presente vos nombramos por nuestro Capitán general de la dicha armada, desde que con la bendición de nuestro Señor se haga a la vela en la ciudad de La Coruña, hasta llegar a las dichas islas, porque a la vuelta que venga la dicha armada, ha de venir por nuestro Capitán general de ella la persona que por Nos fuere mandado, e vos habéis de quedar en las dichas islas para tener la gobernación de ellas
() YO EL REY. () Refrendada del secretario Cobos () Señalada del Obispo de Osma, y Beltran y Maldonado”.
La flota de García Jofre de Loaísa, constituida por 7 navíos y 450 hombres, partió desde La Coruña el 24 de julio de 1525, en la cual figuraban dos personajes muy relevantes en aquella época, Juan Sebastián Elcano y Andrés de Urdaneta, además de otros 3 tripulantes que formaron parte de la expedición de Magallanes: Bustamante, Hans y Roldán.
“…y porque yo me quiero informar de vos muy particularmente del viaje que habéis hecho y de lo que en él sucedió, os mando que (…) toméis dos personas de las que han venido con vos, las más cuerdas y de mejor razón, y (…) vengáis con ellos donde yo estuviere.” Carlos I, carta a Juan Sebastián Elcano.
Tan solo 3 años desde que Elcano regresó de dar la vuelta al mundo decidió emprender una nueva aventura, bajo el amparo de Carlos I, formando parte de la tripulación de la Nao Sancti Spiritus, nombrado piloto mayor, aunque no capitán general.
Andres de Urdaneta, cosmógrafo, militar, marino, explorador y religioso agustino español, de muy pronta edad cuando se enrolo en la conquista de las Islas de las Especias, estableció una relación de amistad y parentesco con Elcano antes de partir gracias a las diferentes reuniones que tuvieron que llevar a cabo para el trayecto, además Urdaneta fue nombrado paje, o lo que se entendería hoy como becario, de Juan Sebastián Elcano y le encomendaron la labor de redactar el diario a bordo.
El viaje consistió en atravesar el Estrecho de Magallanes, llegar a las Islas Molucas y hacerse con el control del territorio, para poder extraer sus riquezas y exportarlas a España.
Los navíos que conformaban el viaje fueron:
- Santa María de la Victoria, capitaneada por Loaísa.
- Sancti Spiritus, piloteada por Juan Sebastián Elcano y Martín Pérez de Elcano de Guetaria, como paje de Elcano fue Andrés de Urdaneta y como capellán fue Juan de Areyzaga de Cestona.
- Santiago, un patache, según la RAE “Embarcación pequeña que suele utilizarse en faenas y servicios portuarios, o pequeña embarcación de guerra que se destinaba en las escuadras para llevar avisos, reconocer las costas y guardar las entradas de los puertos”, cuyo capitán fue Santiago de Guevara de Mondragón.
- Anunciada, dirigida por don Pedro de Vera.
- San Gabriel, navío al mando de Rodrigo de Acuña.
- Santa María del Parral, capitaneada por don Jorge Manrique de Nájera.
- San Lesmes, navío al mando de don Francisco de Hoces.
La expedición fue todo menos fácil, las tormentas, vientos y aguas revoltosas fueron las protagonistas durante la trayectoria.
Al arribar a la Isla de San Mateo se vieron en la necesidad de tomar víveres. Loaísa viéndose cargado de alimentos organizo un banquete, donde sirvió un pez conocido como el pez Picuda, el cual produjo colitis a todos los invitados al banquete, que eran mayoritariamente los dirigentes de los navíos, por lo que tanto Loaísa como Elcano fueron intoxicados.
Tras la llegada a Brasil sufrieron un fuerte temporal, donde se perdieron numerosos navíos, entre ellos el Nao Victoria capitaneada por Loaísa. A falta de capitán general, Elcano se vio en la tesitura, como segundo capitán, de dirigir el mando de la flota. Tras un fracaso en cuanto a la dirección, las naves se vieron a falta de guía, por lo que se perdieron aun más botes.
Aquellos que decidieron seguir al capitán Juan Sebastián Elcano, se encontraron con que al cruzar el estrecho de Magallanes este se desorientó. Lo que provocó navegar por aguas turbulentas, que provocaron la inhabilitación de varios navíos más, entre ellos el del propio capitán, por lo que tuvo que migrar de nave.
«Era tanta la sed que teníamos, que los más de nosotros no nos podíamos menear, que nos ahogábamos de sed; y en esto me acordé yo que quizás me remediaría con mis propias orinas, y así lo hice; luego bebí siete u ocho sorbos de ellas, y orné en mí, como si hubiera comido y bebido» Crónicas de Urdaneta.
Las naves no se encontraban en condiciones de navegar, la Nao San Gabriel y Anunciada decidieron seguir su propio camino de vuelta, y la flota se veía fuertemente perjudicada.
Las condiciones eran cada vez más insostenibles, pero a pesar de ello, consiguieron cruzar el Estrecho de Magallanes. Se adentraron en el Océano Pacifico, las naves supervivientes fueron la nave Santa María del Parral, San Lesmes y Santiago.
Llego el escorbuto, una enfermedad provocada por la carencia de vitamina C, enfermedad que provocaba hemorragias, úlceras en las encías, manchas lívidas y la muerte. Comenzó provocando fallecimientos entre los tripulantes, hasta que llegó a los altos cargos, Elcano contrajo la enfermedad y se vio fuertemente afectado, tras varios días de sufrimiento, murió el 6 de agosto de 1526, con tan solo 36 años de edad, Urdaneta, entre otros asistieron a la escritura del testamento de Elcano antes de morir. Fue sucedido por Toribio Alonso de Salazar.
“Bien creo que si Juan Sebastián de Elcano no falleciera, no nos arribáramos a las islas de los Ladrones tan presto, porque su intención siempre fue de ir en busca de Cienpago, por éste se llegó tanto hacia la tierra firme de la Nueva España”. Testimonio de Urdaneta tras la muerte de Juan Sebastián Elcano.
Finalmente, tras un desastroso viaje lleno de perdidas, enfermedades, hambre, desesperación y muerte, llegaron a las Islas Molucas el 15 de octubre de 1526, pero en este caso solo sobrevivió un solo navío que fue recuperado al traspasar el estrecho de Magallanes, la Nao Santa María de la Victoria tripulada por tan solo 24 hombres, entre ellos Andrés de Urdaneta.
Gracias a él y a sus relatos, pudimos saber qué fue de la desafortunada muerte de Juan Sebastián Elcano, un hombre de espíritu navegante, inquieto y conquistador, que desarrolló dotes marineras junto con su padre, un gran pescador costero, el cual le instruyó.
“In Dei nomine Amen. Sepan cuantos esta carta de testamento vieren, como yo el capitan Juan Sebastian del Cano vecino de la villa de Guetaria, estando enfermo de mi persona, é sano de mi entendimiento é juicio natural, tal cual Dios nuestro Señor me quiso dar, é sabiendo que la vida del hombre es mortal, é la muerte muy cierta, é la hora muy incierta, é para ello cualquier católico cristano ha de estar aparejado como fiel cristiano para cuando fuese la voluntad de Dios” Testamento Juan Sebastián Elcano.
“Navegar es necesario, vivir no lo es” General Romano Pompeyo