Hay quienes dicen que cuando muere un periodista se cierran mil ojos. Aquella mañana del 27 de abril de 2021 fueron más de dos mil ojos los que se cerraron, pues David Beriain (Artajona, 1977) y Roberto Fraile (Baracaldo, 1974) fueron asesinados mientras rodaban un documental sobre la caza furtiva en Burkina Faso.
David y Roberto, reportero y cámara por vocación respectivamente, fueron dos periodistas comprometidos con el oficio y con una amplia experiencia cubriendo zonas de conflicto. Sus vidas se unieron y terminaron mientras realizaban la misma labor: contar la verdad. Murieron en acto de servicio, un servicio que realizaban por y para que nosotros, sentados desde el salón de nuestra casa, conociéramos la realidad. Su asesinato pone en evidencia la vulnerabilidad a la que se enfrentan quienes luchan por mostrar todo aquello que ocurre pero que se trata de ocultar.
Estuvieron donde no se debía estar, contando lo que mucha gente poderosa no quería que se supiese, o lo que es lo mismo: haciendo bien su trabajo. Tan solo durante el año 2020 un total de 50 periodistas fueron asesinados en todo el mundo, según informa Reporteros Sin Fronteras, siendo México el país más letal para quienes se dedican al oficio. Estas cifras resultan, cuanto menos, alarmantes, pues sin reporteros no hay periodismo de calidad. Sin ese periodismo, tampoco habrá libertad de prensa, y sin libertad de prensa no hay, ni podrá haber democracia.
Crisis de credibilidad
Una buena manera de medir la calidad de una democracia es basándose en la credibilidad que proyectan sus medios. Francho Barón, periodista de la CNN y director del Máster en Periodismo Multiplataforma de la Universidad Loyola Andalucía, no titubea al hablar de la crisis de credibilidad que está experimentando la prensa. Asegura que han sido dos los principales motivos por los que el periodismo ha perdido su cualidad como ‘cuarto poder’, llevando así a sus lectores a dudar de su fiabilidad: la escasez de recursos e inversión y la eclosión de las plataformas digitales.
Barón realiza una autocrítica hacia los profesionales del mundo periodístico: “Lejos de reforzar el músculo editorial, lo debilitan; la excusa de la escasez de recursos generada a partir de la crisis de 2008 continúa siendo utilizada por la mayor parte de los periódicos nacionales para reducir la inversión, no solo en el traslado de los periodistas al lugar de los hechos, sino también en muchas otras áreas de la profesión”. De esta forma, el recorte en la red de corresponsales, así como en los sueldos y en el personal de redacción, termina mermando la calidad del producto final, y consecuentemente, su credibilidad. “Si la calidad del producto final no es lo suficientemente buena a los ojos de la audiencia, se pierde veracidad”, añade el gaditano.
La eclosión de las plataformas digitales, especialmente de las redes sociales, ha introducido en el debate público nuevas voces de calle, democratizando el poder de informar, pero ampliando el abanico de fuentes de menor fiabilidad. Este fenómeno genera un desafío para la prensa; una nueva competencia que puede estar presente en el lugar del hecho o que puede tener más conocimiento sobre el tema en cuestión que el propio periodista. De esta forma, el nuevo ‘ruido’ generado en las redes sociales puede provocar en los lectores un sentimiento de mayor confianza hacia los ciudadanos que hacia la prensa en sí.
Sin embargo, Francho afirma que la más que evidente crisis que hoy sufren los medios de comunicación no supone un riesgo para la libertad de prensa. Así, opina que este derecho está bastante garantizado en nuestro país, y su experiencia en la prensa española le permite corroborar que no existe coacción hacia la libertad de los periodistas en su ejercicio por contar la verdad. “Esta posible limitación en la capacidad de acceso a la información podría ser percibida como un instrumento coercitivo en sí mismo”, constata el entrevistado. Aun así, este punto de vista solo se sostiene desde la perspectiva de poder de la prensa, pues desde el poder público no percibe control sobre las publicaciones.
Tal es así, que asegura que, en algunos de los medios en los que ha trabajado, ha visto su contenido modificado o suprimido por miedo a las posibles consecuencias de desvelar cierta información sensible. Incluso, cuando ha necesitado el respaldo de su medio, se ha sentido desamparado: “Afortunadamente, nunca me he visto en la tesitura de autocensurarme por miedo a las posibles consecuencias; siempre he actuado deliberadamente con total honestidad a la hora de contar la historia”. Del mismo modo, no encuentra como una práctica habitual la restricción por parte de los editores o directores hacia el contenido que publican los periodistas en el ejercicio de su profesión.
Ana Mercedes López Rodríguez, doctora en Derecho por la Universidad de Aarhus (Dinamarca) y profesora titular en la Universidad Loyola Andalucía, considera que en España existe una amplia protección de la libertad de prensa: “Tanto el artículo 20 de la Constitución Española como la jurisprudencia reiterada del Tribunal supremo así lo establecen. Otra cosa es su protección de facto, esto es, que en realidad se restrinja esa libertad por parte de los partidos o las empresas públicas o privadas”.
Esfera internacional
Sin embargo, la situación jurídica de la libertad de prensa española no se replica en muchos otros países, incluso dentro de la Unión Europea, un territorio donde, en principio, se garantiza un ejercicio libre de la labor periodística. Un ejemplo de ello sería el gobierno húngaro liderado por Viktor Orbán, donde se ejerce un férreo control sobre los medios de comunicación. El miedo ante una posible difusión de este tipo de comportamientos amenaza los pilares sobre los que se sustenta el club de los 27, pero Barón parece tenerlo claro: “Siempre y cuando en el marco de la Unión Europea sigan gobernando partidos democráticos, no existe la más mínima posibilidad de ver a Europa dando un vuelco radical en materia de derechos y libertades. La Unión Europea actuará con diligencia y determinación ante cualquier situación que pudiera deteriorar sus bases democráticas”. De hecho, los Estados miembros tienen la obligación de cumplir y respetar los derechos fundamentales como requisito para el ingreso en la entidad geopolítica, así queda recogido en el art. 2 y en el art. 49 del Tratado de la Unión Europea (TUE).
“En la mayoría de los países europeos la libertad de prensa también está blindada jurídicamente”, asegura la doctora López Rodríguez. En el contexto europeo también podemos encontrar diferentes instrumentos internacionales que lo garantizan: “El propio artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, o el artículo 11 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, vincula a todos los Estados miembros de la Unión, aunque con algunas limitaciones en el caso de Polonia, que hizo una reserva en su momento”.
A la doctora en Derecho también le preocupa la deriva autoritaria que están tomando algunos países del Este de Europa; sostiene que conculca gravemente la libertad de prensa. De acuerdo con el artículo 7 del Tratado de la Unión Europea, se permite sancionar a un Estado miembro que violase valores básicos sobre los que se sustenta el club de los 27, como los Derechos Humanos o el imperio de la ley, pudiendo incluso implicar la pérdida de derechos de voto en el Consejo. “Tanto Polonia como Hungría ya han sido expedientadas, pero lamentablemente sus expedientes se han quedado atrapados en un laberinto político y burocrático de difícil salida”, subraya.
Siguiendo esta línea, Francho Barón cree que, ante cualquier situación análoga a la que se vivió en Austria hace 20 años con la inminente llegada del Partido de la Libertad de Austria al gobierno central, la Unión Europea desempeñaría un papel similar. 1999 fue un año que estuvo marcado por la victoria en las elecciones austriacas del partido antidemocrático y de extrema derecha, a la que la Unión reaccionó con una contundente acción amparada por la Cláusula Democrática y de Derechos Humanos. Su posible activación y consecuencias –como la anulación de ciertos derechos de la nación dentro de la institución– disuadieron las intenciones del partido liderado por Jörg Haider. “Es por ello por lo que, ante cualquier posibilidad de una merma del derecho a la información o libertad de prensa, la Unión Europea actuaría con firmeza, a pesar de que en la actualidad no se encuentre en su mejor momento para hacer valer su poder como ente supranacional”, afirma el periodista.
El reciente secuestro del avión donde viajaba Roman Protasevich, el periodista disidente del régimen bielorruso, evoca la más pura censura a la libertad de prensa dentro de territorio europeo. Ante esta situación, la Unión actuó con rotundidad, tal y como apuntaba la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, en la cumbre de emergencia: “El régimen antidemocrático de Lukashenko ha traído consigo una gran suma de consecuencias cuyo rumbo no cambiará de sentido hasta que Bielorrusia se convierta en un país democrático”.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen / DPA vía EUROPA PRESS
La doctora López Rodríguez añade: “la Comisión Europea estaría evaluando promover la intervención del Tribunal de Justicia de la Unión para así evitar la profundización de dicha deriva autoritaria, con la petición, incluso, de medidas cautelares”. Además, recuerda que la propia presidenta de la Comisión Europea prometió presentar durante su mandato un nuevo mecanismo de vigilancia del Estado de Derecho: “que emitiría informes periódicos sobre todos los países europeos, y no únicamente los expedientados”, asegura la doctora.
Aunque con claros matices, Estados Unidos también ha sido escenario de este debilitamiento de la libertad de prensa durante la administración Trump. Francho Barón, con una experiencia cercana a los habituales duelos del expresidente con los periodistas, cree que el hecho que mejor corrobora este deterioro en la labor periodística es la expulsión y el retiro de las credenciales del corresponsal de la CNN en la Casa Blanca.
Pero no solo ocurre en Estados Unidos, ya que esta situación es extrapolable también a distintos países de América Latina: “Venezuela encarna la mayor mordaza a la prensa libre e independiente, hace años que CNN dejó de emitir en su territorio porque ya no queda ni un solo medio que no sea afín al régimen”. Javier Pérez Mota, estudiante de Comunicación y Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México, expone su experiencia: “los medios mexicanos también están fuertemente polarizados, pues desde un primer momento deben dejar clara su posición: actuar, o bien de defensores de gobierno, o bien en la oposición política, sin que existan medias tintas”, afirma el estudiante.
Incluso en condiciones de relativa normalidad, los periodistas siempre están expuestos a cierto peligro, aunque existen países cuyas leyes blindan mejor su labor. “El problema está en que ni en América Latina en general, ni en México en particular, existe una conciencia social entorno a la vulnerabilidad de los periodistas, un hecho que favorece a las altas esferas. De esta forma, los gobernantes y legisladores carecen de una motivación que los lleve a legislar en favor de este colectivo”, argumenta Pérez Mota.
Las grandes desavenencias entre los periodistas de unos y otros países se palpan, incluso, en la manera de preparar a los futuros profesionales del mundo de la comunicación: “En México, por ejemplo, la educación periodística se aborda por lo general desde el ámbito de la práctica, y no tanto de la teoría, como pasa en España”, asegura Pérez Mota. “En muchas ocasiones son los propios periodistas –y no el sistema judicial– quienes destapan crímenes y tramas de corrupción, por eso desde el primer día de universidad reiteran la necesidad de ser crítico con la sociedad en la que vives”, añade.
La prensa libre, independiente y sin censuras se ha convertido en una especie de utopía a la que numerosos Estados aspiran, en su mayoría, sin aparente éxito. La existencia de leyes dirigidas a la protección de la libertad de prensa constituye un paso necesario para la consolidación de una democracia plena y la garantía de los derechos fundamentales.
David Beriain y Roberto Fraile constituyen un claro ejemplo de dos periodistas críticos que, en el ejercicio de su labor, han pagado el verdadero precio de la verdad por y para nosotros. A partir de ahora queda lo más importante: reconocer su labor en el día a día, y que no solo acaparen titulares los periodistas que son secuestrados o asesinados. Para lograrlo, será necesario generar una conciencia social e institucional que ampare la libertad de prensa de la misma manera que la libertad de prensa ampara la verdad.