miércoles. 30.10.2024

Las Fake News: el mayor riesgo para la democracia de la nueva década

Las Fake News son posiblemente el mayor riesgo que enfrentan las democracias actualmente. Pero, ¿hasta dónde pueden llegar sus consecuencias? ¿Quién está detrás de ellas?
The_fin_de_siècle_newspaper_proprietor_(cropped)
Ilustración de 1894 de Frederick Burr Opper. Fuente: Wikicommons

En la última década hemos vivido un desarrollo espectacular de las nuevas tecnologías, especialmente de las redes sociales, que han cambiado nuestra forma de socializar y aún más importante, nuestra manera de informarnos sobre lo que pasa a nuestro alrededor. Sin embargo, a la vez que sirven para la democratización de la información, son usadas por parte de distintas personas como un medio de “desinformación”, un medio para introducir en la sociedad ciertos postulados e ideas a través de noticias falsas, tergiversadas o manipuladas. Estas son las llamadas fake news y forman parte importante del desarrollo de ese término tan actual que ya fuera elegido por el Diccionario Oxford como palabra del año 2016 y que fue incluida en el diccionario de la RAE en 2017, la posverdad

Pero, ¿hasta dónde llegan las consecuencias de estas fake news? ¿Cuál es su intencionalidad? ¿Qué soluciones se están dando a este problema?

Según un estudio del año 2018 de la Universidad de Indiana para la revista Science, las noticias falsas tienen un 70% más de probabilidades de ser compartidas en redes sociales que las noticias de medios veraces. Esto se debe a que estas noticias falsas están llenas de sensacionalismo que levantan las más vivas pasiones de la sociedad o pretenden dar respuestas sencillas a problemas complejos.

Son numerosos los casos en los que se cree que las fake news han impactado de lleno en procesos electorales o referéndums de una gran importancia a nivel mundial, se habla de casos como las elecciones estadounidenses de 2016 que llevaron a la victoria al magnate Donald Trump, del referéndum para la independencia de Escocia en 2014 o del referéndum del brexit en el Reino Unido. Lo más sorprendente es que todas las noticias falsas van en un mismo sentido, alentar y promover los populismos y nacionalismos surgidos en todo el mundo tras la dura crisis económica que afectó a nuestras sociedades occidentales a partir de 2008 y de la que aún sufrimos sus consecuencias.

Poniendo el foco en España, según comenta un artículo de la BBC, las fake news han impactado de lleno en el conflicto catalán. Especialmente, después de las cargas policiales del referéndum ilegal del 1 de Octubre empezaron a aparecer imágenes de gente ensangrentada o con fuertes heridas en la cabeza y varias noticias en las redes sociales afirmaban ser consecuencia de esta intervención policial. Sin embargo, la realidad es que parte de estas noticias eran falsas y utilizaban imágenes de episodios anteriores o incluso de otros países y tenían como objetivo enfangar el debate sobre la independencia y dar al mundo una imagen de un país represivo y con graves carencias democráticas.

Pero como ya sabemos, este es un fenómeno global que traspasa nuestras fronteras, investigadores de la Universidad de Cambridge, Massachussets según cita Brittany Kaiser en su libro "Targeted", en referencia a las elecciones estadounidenses del año 2016 comprobaron como usuarios particulares sin ninguna formación periodística que publican noticias con ni si quiera una fuente veraz, sino basadas en interpretaciones o conclusiones sesgadas, pueden llegar a tener incluso el doble de tráfico que medios como la CNN o The New York Times.

El periódico británico The Guardian afirma en esta línea que el cometido principal de las fake news es la manipulación de ciertos procesos electorales clave para desestabilizar nuestro sistema democrático de bienestar y más concretamente la destrucción de la Unión Europea, que protege nuestros pequeños estados europeos del convertirse en satélites políticos de grandes potencias extranjeras como Rusia, China o Estados Unidos.

The Guardian sostiene que la semilla de las fake news está en páginas webs, redes sociales o bots rusos desde donde se cocina la mayoría de esa información falsa que después se difunde en las redes sociales en Europa y América. El interés ruso estaría en alentar la descomposición de la UE para facilitar la expansión de su poder e influencia geopolítica en el mundo. Y es que precisamente, estamos ante una nueva forma de hacer Geopolítica, una forma que quizás esté usando el arma más poderosa que existe, la información.

Distintas instituciones están buscando una solución al problema de las fake news, pero sin duda las respuestas más innovadoras y eficaces han emanado de la propia sociedad civil. Recientemente, en 2018, “Maldita.es”, un portal puesto en marcha por emprendedores españoles, fue elegido como uno de los medios a los que la Comisión Europea encargará el combate de las fake news. Además desde este mismo pasado año 2019 es la encargada de esta misma tarea en Facebook junto con Newtral. Los portales, ya captados por La Sexta para algunos de sus espacios televisivos, alertan en redes sociales sobre las diferentes fake news virales en el momento, e incluso el primero ha desarrollado una extensión para Google Chrome que avisa al usuario si se encuentra en una página de información fiable o de dudoso prestigio. Como podemos ver, aunque aún estamos lejos de encontrar una solución definitivamente si que existen ya proyectos que podrían ayudar a combatirlas.

El fenómeno de las fake news se ha convertido quizás en uno de los mayores riesgos para nuestras democracias actualmente. Se alimentan de la desilusión de la gente tras la crisis económica y buscan promover las ideologías los nacionalismos y populismos que amenazan las democracias contemporáneas. Las instituciones tanto a nivel nacional e internacional deben ponerse manos a la obra para acabar con lo que podríamos llamar las corrupciones de los llamados cuarto y quinto poder (prensa escrita e internet) porque es desde estos desde donde hoy en día es más fácil llegar al resto de poderes y dimensiones de nuestra sociedad. Estamos en peligro, sí, pero aún a tiempo de solucionarlo.