jueves. 21.11.2024
OPINIÓN

Un "amarre" atemporal

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Un "amarre" atemporal- Julia Nieto.

                                             Julia Nieto

La música es terapéutica. Un reclamo universal al que nos aferramos con la certeza de que cambiará nuestro ánimo o de que al menos, nos hará recrearnos en él. Puede ser una actividad al aire libre o encerrada bajo nuestras sábanas, a solas o en compañía. Puede ser bailada, llorada, tarareada o incluso imaginada, pero algo está claro: nuestro cerebro se deleita cada día en ella, como un estímulo difícil de ser ignorado.

Hace unas semanas el video de una bailarina retirada, Marta Cinta, se expandía de forma vírica por todos los medios. La respuesta de su recuerdo a la melodía del “Lago de los cisnes” hacía que su enfermedad, el Alzhéimer, se desvaneciera por unos segundos en el olvido mientras sus manos se movían como si fueran el elegante aleteo de un cisne.

Y es que, si la música es un estímulo, unida a la pasión es un claro brebaje natural: un antídoto contra el olvido. Me atrevo a decir también, que, si la magia negra existe, esta poción sería por antonomasia, la más poderosa de todas: un claro amarre emocional que invoque los recuerdos de las personas por las que vivimos y sentimos una canción específica y que nos traslade al puro sentimiento que nos movió a ligarlos con esos individuos. 

La música es también la forma más cercana que tenemos de viajar en el tiempo: un DeLorean fabricado por la pasión como “condensador de flujo” y la música como el “plutonio” necesario para un viaje en el tiempo, algo que Marty McFly tenía igual de claro que Marta Cinta, y es que mientras el primero se desvivía tras los acordes de su guitarra en las películas de “Back to the Future”, la segunda bailaba con gracia entre los recuerdos bloqueados por el Alzheimer.