Algo falló, en algún punto del camino, tal vez por culpa de algún mal ingrediente, la juventud dejó de comprender su función. Olvidaron ser un motor vivo y resplandeciente para convertirse en viejos coches oxidados con alergia al sol y a las rutas diferentes.
Hace 500 años, unos excepcionales jóvenes, emprendieron la mayor gesta de toda la historia, comparable a hitos más actuales como la llegada a la Luna. Se trataba de una exploración en la que no iban a contar con posibilidad alguna de recibir ayuda y en la que se enfrentaban a innumerables peligros y amenazas. Tenían un alto conocimiento del mar y un gran sentido del deber, lo que les hizo seguir su ruta sin rendirse, aguantando un nivel de sacrificio extremo durante los tres años de duración
Parece imposible imaginar ese nivel de implicación por algo en el mundo actual, y más aun, si recordamos que las edades de estos protagonistas estaban comprendidas entre los 20 y los 39 años. Rango que actualmente asocia el sacrificio físico a aguantar cinco días en el camping de un festival, el mental a pasar cuatro horas en una biblioteca y el emocional a enterarse de que alguien ha hablado mal a sus espaldas o han recibido menos likes de lo normal en su última publicación.
A veces, amparados tras la pantalla que nos arrebata una media de más de cinco horas diarias, uno llega a sentirse infinito, cree que ya habrá tiempo de todo lo que se está perdiendo. Y es que es ahora, y no luego, ya que a día de hoy seguimos sin disponer de la fecha y hora de nuestro final. Posiblemente recuperando consciencia de que nuestra existencia es finita se recuperaría esa pérdida mayoritaria de inquietudes.
La definición que reina es la comodidad, y no solo hablando de la vida cíclica, sino del miedo a arriesgar. Actualmente subir a las redes algo distinto a una foto con amigos en un botellón es automáticamente entrar a juicio. El problema es que, en este caso, los jueces jamás han salido de su burbuja, los reyes de no señalarse, los que han hecho trinchera. Y es que de hecho no podrían ser otros, pues solo se precisa salir y hablar para conocer, y ahí es cuando te das cuenta, no estás solo, existen jóvenes que aun gritan ajenos a que les manden callar, y no porque no tengan complejos, todos los tenemos, sino porque en un momento del camino se dieron cuenta de que no eran los únicos.
Es una reflexión interesante la existencia de esos leones de la noche dispuestos a arrancarle la cabeza al primero que los mire, ya que es un hecho que, a alguien que se quiere no le asusta que le miren, no se plantea tanto si se están riendo de él, o tal vez le sea indiferente, es por esto que jamás perdería su tiempo en liquidar cualquier posible juicio a su persona.
Portamos en nuestro bolsillo información suficiente para ser capaces de todo, y aun así todavía no existe una cultura de la búsqueda del aprendizaje y el conocimiento. Cada vez se da más por hecho la veracidad de todo lo conocido y se plantean menos las otras opciones. Parece que mientras más poseemos, menos partido somos capaces de darle. Esto se comprende mejor si aclaramos que durante el viaje de Magallanes, el diámetro del planeta se creía menor y aun existían dudas sobre si la tierra era esférica o acababa en un gran vacío. Mientras que en la actualidad las fake news toman el control y la manipulación de la "opinión pública" está a la orden del día. Un mundo en el que el comentario de una persona online vale más que la de cien a pie de calle, es inevitable que la ignorancia y la falta de información objetiva sea tendencia.
Actualmente se habla mucho de los límites, y es que, ciertamente vivimos más limitados que nunca en muchos aspectos. Pero y si te dijera que la mayor expedición de la historia, financiada por la Corona de Castilla, los Haro y los Fugger, tuvo un coste de unos 8 millones de maravedíes, lo que serían unos 1,5 millones de euros en la actualidad.
Dato que resulta chirriante sin lo comparamos con una producción actual normal como la película “8 apellidos vascos”, que costó lo mismo que dos de esas expediciones. Por no hablar de la ironía del presupuesto para la próxima película sobre dicho acontecimiento histórico, que no será menos que 25 millones, dinero suficiente para financiar más de 16 de estas aventuras, o para haber dado una subida de nivel a los tripulantes que tuvieron que llegar a alimentarse de la madera del propio barco e incluso de sus propias suelas de zapato.
Mientras, en la actualidad, lejos de esos jóvenes comprometidos con nobles causas, encontramos veinteañeros que hablan como proxenetas de sus “trofeos de la noche” exponiéndolos y comentándolos, pagando 65 euros mensuales en gimnasio, 90 en alcohol y 150 en tabaco, hablando orgullosos y con aires de superioridad de logros que les han sido dados, cajas de lágrimas con brillantes envoltorios que tras encuentros nocturnos regados de conversaciones vacías vuelven a lo que debería ser un nido de ideas pero es un hueco gris.
Olvidaron que la juventud son unas converse manchadas y agujereadas por exceso de momentos, son los pelos de punta al escuchar un desgarro de voz en un concierto, es descascarillar la corteza de tu corazón creada en la adolescencia y dejarlo abierto a cualquier posible puñal amoroso, es sentir dolor, es sentirte fuera de esto, es no comprender porqué creen que pueden explicarte lo que es vivir, es darte cuenta de que todas las piezas políticas, religiosas, estandarizadas, y correctas del puzzle que te entregaron al nacer, no son reales, y no porque no encajen, sino porque realmente no hace falta un puzzle.
Arrojándose al Guadalquivir y con Fernando de Magallanes al mando. Así partió la nao Victoria del muelle de las Mulas de Sevilla el 10 de agosto de 1519, junto a otras cuatro naves y una expedición de unos 240 hombres. Tres años después, tras haber vivido auténticos infiernos, regresaban tan solo 18 hombres, con la ilusión por poder contarlo, por entrar en la Historia de la Humanidad, y por poder llevar una vida holgada en adelante, consumidos por el viaje y con Juan Sebastián El cano como líder. Entre medias, todo lo tipo de impedimentos: enfermedades, demencia y hasta piratas ingleses y portugueses dispuestos a hundir la flota para acabar con la expedición.
Lo que esos jóvenes lograron fue la diferencia entre ceder y resignarse o levantarse y actuar.